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La paciencia de Francisco

Enrique Aparicio
26 de octubre de 2014 - 03:13 a. m.

Yo pensé que ser Papa permitía decidir de un plumazo cualquier tema, desde los más sencillos hasta los más complicados.

Me imaginaba al líder de la Iglesia iniciando su día, después de un buen expreso y mirando a la plaza de San Pedro, llamando a su secretario. “Por favor tráigame el documento donde abolimos que los vueltos a casar ya no se van para el infierno.”  Y acto seguido, una firma.

Pero no.  Descubre uno que el Papa tiene que convencer entre otras a una multitud de obispos y quien sabe que Opus fuerzas y otras del mismo corte, para tomar decisiones.

Definitivamente Francisco se está jugando una carta importante.  Su carisma y liderazgo están en juego. Es un pulso duro con la derecha obispal, léase la famosa curia y los creyentes más conservadores.

El Sínodo extraordinario sobre la familia permitió la participación de civiles -  terminó el 18 de octubre - donde se discutieron tres aspectos: los separados y vueltos a casar, las parejas de hecho y la orientación sexual.

Los separados y vueltos a casar.

Nadie puede sostener que divorciarse es algo divertido, sabroso, chévere.  Los divorcios, consciente que lo que voy a decir es un lugar común, sólo dejan heridas que en muchos casos nunca se cierran. Y a todas estas la Iglesia, metiendo baza desde hace muchos años, decidió echar leña al fuego dictando que ese status ya tenía un puesto en el infierno si alguien osaba casarse de nuevo.  Algo de morirse  de la risa para los creyentes quienes, saliendo de un infierno matrimonial,  se ven en el averno por cuenta de los curas.  Ocurre que cuando hay otra oportunidad, el separado o separada trata de rehacer su vida, de darse un segundo aire como dicen los futbolistas, de poder sentirse humanamente viva o vivo, opta por el matrimonio civil para tener una  identidad en el núcleo de la sociedad.  Zaaas, le caen los curas.  Fuera y listo.  Tiquete para el infierno.

Las parejas de hecho.

Hoy por hoy van creciendo exponencialmente.  Las parejas no están dispuestas a jurar esclavitud eterna y prefieren, sanamente, que sea el tiempo, la voluntad de las partes y los compromisos diarios los que verdaderamente valen, para quienes han optado por esta situación de vida.  Pero claro, la Iglesia en esa tendencia enfermiza de mandar gente al infierno, interviene con explicaciones que yo no entiendo.  Quizás son las mejores.  Pero eso no ha hecho la mínima mella en esta tendencia, por el contrario, han  confirmado – las parejas-  que su voluntad es más inteligente: Mantener una relación porque eso es lo que se quiere y no por un acuerdo extraño, donde si hay paliza diaria, emocional o física, hay que aguantarla hasta que la muerte los separe, lo que da puntos para ir al club, digo al cielo.  ¿Quién se va a creer semejante bobería?

La orientación sexual.

El papa Francisco, por lo menos da la idea de adonde quiere ir.  La orientación sexual no puede ser un juicio manejado por el Altísimo, en el cielo, vía sus llamados  representantes en el  Vaticano.  Eso sería meterse en lo que no le importa. Y además, increíble, pensar que el bueno o la buena es quien tiene la  orientación sexual aceptada por la Iglesia.   De ahí partimos para manejar un argumento chueco pues es la misma Iglesia la que esta desorientada y no entremos en detalles.

Esa idea de la Iglesia de dividir a los seres entre buenos y malos es la que la ha llevado a entrar en este tipo de discusiones tan raras.   En plena época de la Conquista, los “sabios” teólogos del momento llegaron a discutir si los negros tenían alma.  Es decir, si calificaban del lado de los buenos o no.

Y ésta es muy buena: El Papa Pablo III cuando se empezó a correr el chisme que los indios no tenían alma, tuvo que saltar a la arena espiritual y emitió la bula papal Sublimis Deus (1537): “Consideramos que los indios son verdaderos hombres”.   Miren para dónde van los tiros: si no hace esa declaración tan obvia, se podría caer en la idea que los misioneros estarían evangelizando seres de la misma  fauna de  las  iguanas o los  micos y así no se podía esparcir la fe de estos curitas y su prelado principal en Roma.

Por eso mi gran admiración por el Papa Francisco, pues da la impresión de entender que la compresión de las dificultades que enfrentan las personas en su vida personal no ha sido el punto fuerte de la Iglesia.  Temas obvios tienen que salir a la luz para poder adentrase en la caverna de la institución.  El Sínodo terminó con un documento resumen donde se acepta discutir estos temas en el Sínodo del año entrante.  Es decir, sí pero no, talvez.

Para terminar, como diría el corresponsal de El País en Italia, Pablo Ordaz: “La sinceridad que pedía el Papa al inicio de los debates parece que está funcionado y los padres sinodales, en vez de entretenerse en las musarañas de lo divino, están mojándose en las dificultades de lo humano.”

Enrique Aparicio Smith, Holanda, Octubre 2014 

 

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