La salud del ministro y del sistema

Saúl Franco
28 de junio de 2017 - 02:00 a. m.

La reciente noticia de que al ministro de Salud, el economista Alejandro Gaviria, se le diagnosticó una delicada enfermedad —un cáncer linfático, conocido como linfoma no Hodgkin— ha provocado una serie de reacciones, cuyo análisis conviene abordar. Todas las que conozco han tenido como factores comunes la solidaridad, el respeto y los deseos de pronta recuperación. Pero de ahí en adelante, los contenidos y propósitos han sido muy diversos.

Algunos han aprovechado para resaltar la trayectoria y las cualidades profesionales y humanas del doctor Gaviria. Otros han contrastado la oportunidad y eficiencia con que fue atendido con el calvario que padecen muchos de los pacientes —en especial los más pobres— cuando presentan problemas similares. El contraste ha conllevado críticas al modelo de salud y a la gestión del ministro. Otros, por el contrario, han aprovechado para hacer una defensa acrítica de ambos: el sistema y el ministro.

Personalmente, tan pronto me enteré, le envié un mensaje privado, expresándole mi aprecio, solidaridad y energía positiva para su recuperación. Me respondió amable e inmediatamente.  Y sigo cada día más impresionado por la fragilidad de nuestra salud, como lo demuestra el caso del ministro, y de nuestra vida, como lo evidenció pocos días después la muerte de tres mujeres en el atentado terrorista en un centro comercial de Bogotá.

También he ido aclarando cada vez más que es necesario diferenciar los afectos y sentimientos de las ideas y los intereses. Y que, por tanto, no deben confundirse los desacuerdos con los odios, las diferencias ideológicas y políticas con la enemistad o la descalificación personal, ni los deseos con la realidad.

No puedo, por ejemplo, ver el mundo con los mismos lentes de otro columnista de este diario, el economista Armando Montenegro. Para él, el sistema de salud que tenemos es excelente, equitativo y eficiente, y la gestión del ministro Gaviria impecable y totalmente exitosa. Su principal argumento son las cifras de la cobertura lograda por el sistema, tema que ya hemos controvertido con tres argumentos. Primero: que tener un carnet de afiliación no significa recibir la atención necesaria y oportuna, como lo han padecido en estos 24 años de Ley 100 millones de colombianos, cuyos rostros parecen desconocer los economistas. Segundo: que el aseguramiento individual no es ni la única ni la mejor manera de tener acceso a servicios de salud, como bien lo demuestran los sistemas de muchos países. Y tercero: que lo que realmente importa no es la cobertura nominal, sino el acceso efectivo e igualitario a servicios de salud, algo muy distinto a la desigual carrera de obstáculos en que se convirtió la atención médica.

El economista Montenegro remata con una afirmación fundamentada en sus deseos e intereses: “Hoy (...) este sistema, por fortuna, goza de mucha mejor salud que cuando él lo recibió”. Pero ni las cifras ni los hechos lo respaldan.

Hoy hay 6,4 millones de afiliados, miles de médicos y enfermeras, y cientos de proveedores flotando en la incertidumbre y la corrupción de Saludcoop-Cafesalud-Prestasalud. Hay estimativos de que el déficit del sector llegará este año a 5 billones de pesos. Y si bien el ministro tuvo la suerte de que en pocas horas un TAC detectara su cáncer y en una semana se confirmara el diagnóstico y se iniciara su tratamiento, para los más pobres de los niños con leucemia, de las mujeres con cáncer y de los ancianos enfermos, la situación es muy diferente. Los tiempos para su diagnóstico se miden en meses; la entrega de los medicamentos es lenta e inconstante, y los trámites y las filas, interminables. Su pronóstico, por tanto, es cada vez peor.

Mi aprecio personal por el doctor Gaviria y mi total solidaridad con la enfermedad que padece no me impiden ver y seguir señalando la debacle del sistema de salud que él ha defendido siempre y que administra hace cinco años. Y es tan fuerte mi deseo de su pronta recuperación como el de que muy pronto seamos capaces de consensuar e implementar un sistema de salud no mercantil, solidario, eficiente y universal, que reemplace al que seguimos padeciendo.  

* Médico social.

 

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