La transición del sistema político

Alvaro Forero Tascón
08 de mayo de 2017 - 02:00 a. m.

El sistema político colombiano está sufriendo grandes cambios. Aparentemente se trata de la transición definitiva hacia el múltipartidismo.

Pero hay muchos síntomas contradictorios: multipartidismo con sectarismo, personalización con surgimiento de nuevos movimientos, caudillismo sin candidatos, derechización con surgimiento de sectores de izquierda, populismo con democratización, pacificación con radicalización, entre otros. La explicación es sencilla: la transición del sistema político en virtud del proceso de paz.

Transición de un sistema dominado por décadas por un voraz conflicto armado, que estimulaba una legitimidad política basada en el anticomunismo y por ende excluyente de la izquierda, hacia uno más democrático, que implica una pérdida de legitimidad de los partidos tradicionales por el cambio de prioridades nacionales, como ya muestran las encuestas con el surgimiento de la corrupción como prioridad política.

Ese desamarre de las condiciones que dominaron la política está generando una reactivación ideológica luego de décadas de unanimismo, y un fraccionamiento político electoral luego de décadas de dominación del clientelismo. Todo en medio de condiciones mundiales de debilitamiento de las instituciones, insatisfacción ciudadana y un desbordamiento a través de las redes sociales.

La reactivación ideológica empezó por la radicalización de los sectores de derecha, con la bandera del riesgo del castrochavismo, que es la concepción de que en Colombia a la izquierda solo es posible derrotarla por la vía militar, o en ausencia de ésta, con populismo de derecha para seguir alimentando el miedo y el odio al comunismo, con fórmulas como las de Donald Trump de combinar la rabia contra los “bad hombres” mexicanos y musulmanes, y contra los políticos y las instituciones de Washington. La pregunta es si trata de avance democrático o de un retroceso al sectarismo de los años 40 que desembocó en violencia. Falta la activación de la contraparte de izquierda cuando las Farc inicie la fase política, que muy seguramente acudirá a la misma radicalización y uso de recursos populistas que impuso la derecha.

Pero la reactivación ideológica también se está dando por el surgimiento de nuevos temas como la corrupción, que si perdura equivaldría a voltear el tablero de ajedrez, porque le abre espacio a otros sectores políticos. Las encuestas sobre preferencias presidenciales evidencian que el viento de opinión pública favorece las velas de los candidatos independientes o con énfasis en el cambio, y que los sectores conservadores, en el sótano de esas encuestas, no han logrado apoderarse de la barrera anticorrupción, y arriesgan asimilarse como “los mismos” a quienes combaten en la coalición de gobierno.

La transición ha generado un fraccionamiento impresionante de la política, caracterizada no solamente por la personalización y multiplicación de ofertas políticas, al punto que la derecha tiene más de tres sectores y cerca de nueve candidatos, la izquierda cinco sectores y cerca de siete candidatos, y el centro tres sectores y cerca de siete candidatos. La pregunta es si el sistema colombiano va hacia un esquema de coaliciones, o si solamente estamos en la confusión de las transiciones y las aguas se calmarán.

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