La única salida

Luis Carlos Vélez
31 de julio de 2017 - 02:47 a. m.

La crisis en Venezuela no tiene otra salida más que la negociada. Por mucho daño que el régimen Maduro le haya generado a su pueblo y que la corrupción de algunos de sus miembros sea evidente, el punto final debe ser a través del diálogo.

Otra alternativa, en un país tan profundamente dividido, donde las instituciones han sido destruidas y los militares están del lado del régimen, sería un derramamiento de sangre tal que los más de cien muertos producto de la represión en las manifestaciones recientes se verían como estadística de tan sólo unas horas del día.

Nicolás Maduro no va a dejar el poder voluntariamente y tampoco lo harán sus colaboradores más cercanos si tienen la certeza de que serán juzgados y castigados.

Nadie en el poder se entrega para que sus enemigos hagan fiesta con su cabeza una vez suelten el látigo. Sólo Jesús bajó del cielo para que lo sacrificaran en la tierra. Por eso la participación de otros países que puedan ofrecer asilo es determinante.

La mayoría del pueblo venezolano ya dejó claro que desconoce la asamblea nacional constituyente que ayer eligió a sus representantes y que a partir de hoy crea dos Venezuelas: una, la de Maduro, y otra que, apoyada por la comunidad internacional, desconoce el régimen actual.

Es por eso que ese choque de trenes debe ser dirimido en democracia. El presidente debe aceptar realizar elecciones abiertas y transparentes el próximo año y dejar Miraflores para guarecerse en la nación que lo acepte, bajo previo acuerdo.

Una de las grandes lecciones del proceso de paz en Colombia es que las negociaciones nunca son perfectas y siempre se puede argumentar que una parte cedió más que la otra, dependiendo claramente del valor que cada una le dé a su concesión.

Pero, ante situaciones tan complejas, pensar que se puede eliminar hasta el último de los enemigos para restablecer el Estado de derecho es más una idea generada por las películas de Rambo que una realidad en la política internacional.

Entre tanto, los esfuerzos para aislar al régimen seguirán tomando fuerza. En las últimas horas se han vuelto virales imágenes que muestran el espacio aéreo Venezolano vacío, surcado únicamente por unos muy pocos aviones en tránsito. Casi nadie quiere ir a Venezuela y los que se quieren ir simplemente no tienen cómo hacerlo.

A partir de hoy las cosas serán más duras. El país se rompió y el mundo así lo interpreta. La única manera de pegarlo será con cabeza fría e, increíblemente, aplicando mucho del proceso de paz en nuestra nación, que aunque indigne a muchos, es lo más perfecto de lo imperfecto y crea una plataforma para entender, si bien con mucho dolor, que para que haya paz hay una inexorable compensación entre justicia y paz.

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