Las elecciones

Luis Carlos Vélez
12 de junio de 2017 - 03:39 a. m.

A poco más de un año de las elecciones presidenciales, tres corrientes se perfilan como las más opcionadas para ocupar el Palacio de Nariño: la santista, la uribista y la izquierdista.}

De la que se desprende del gobierno es fácil suponer que alguien como Humberto de la Calle sería un buen candidato para defender el proceso de paz. Pero, los compromisos y la maquinaria que el exvicepresidente Vargas Lleras podría poner en la mesa, también lo hacen una opción atractiva.

En el uribismo son varias las posibilidades. En esas toldas todos pintan para presidente, sobre todo porque el factor diferencial será quien reciba el guiño de Uribe. Del Centro Democrático no saldrá el mejor, sino el ungido por el exmandatario.

Y en la tercera corriente están la izquierda y los autoproclamados independientes. Una trinchera que tiene a Gustavo Petro como posibilidad, aunque sea la más perversa de todas, no solo por su pésima administración en Bogotá, sino además por su innegable reminiscencia programática al chavismo, en la cual también buscarán albergue personas como Sergio Fajardo, Claudia López, Jorge Robledo y Clara López.

Pero, ¿es esto realmente lo que deberíamos estar pensando como nación? ¿Es el debate la continuación del proceso de paz y la entrada de algunos vestigios del derrotado socialismo del siglo XXI a Colombia el verdadero discurso político que deberíamos seguir?

Saliendo del torbellino político colombiano y el provincialismo donde todo es muy grave pero nada es importante, debería ser la búsqueda de un modelo económico más allá de la explotación petrolera y la dependencia tributaria, la verdadera búsqueda de un estado de la ley, así como el fortalecimiento de nuestras fronteras, un programa mucho más coherente con nuestro futuro como nación.

Colombia merece mucho más que ser un feudo de disputa del presidente Santos, el expresidente Uribe y las Farc. Debería ser un país en el que se debata cómo sobrevivir en un ambiente cada vez más globalizado, educado y competido. No un escenario de explotación política temporal. Por eso guardo la esperanza de que dejemos de escoger al menos malo, situación que se evidencia en el bajísimo nivel de participación electoral, y por fin se encuentre un líder que plante el futuro y nos entregue un escenario de prosperidad y seguridad. En un mundo donde un Macron ganó de la nada en Francia y un Trump, ajeno a la estirpe política tradicional, venció en EE.UU.

Llegó la hora de que un outsider emerja y maneje los destinos de la nación. Tenemos un año para encontrarlo. El tablero está abierto.

 

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