Las maniobras publicitarias no son política

Paul Krugman
14 de abril de 2017 - 11:08 p. m.

¿Hay quien todavía recuerda el acuerdo con Carrier? En diciembre, el presidente electo Donald Trump anunció, triunfalmente, que había llegado a un acuerdo con el fabricante de aires acondicionados para conservar 1.100 empleos en Estados Unidos, en lugar de llevárselos a México. Y los medios pasaron días celebrando el logro.

De hecho, la cantidad de empleos involucrada era más bien de unos 700, pero ¿quién lleva la cuenta? Se suspende o se despide a alrededor de 75.000 trabajadores estadounidenses cada día laboral, así es que unos cuantos cientos aquí o allá, apenas importan en el panorama general.

Sea lo que sea lo que haya logrado o no haya logrado Trump con Carrier, la pregunta real era si tomaría medidas para marcar una diferencia duradera.

Hasta ahora, no lo ha hecho; ni siquiera hay un lineamiento vago de una verdadera política trumpista de empleo. Y las corporaciones e inversionistas parecen haber decidido que el acuerdo con Carrier fue puro espectáculo, nada de fundamento, que con toda su retórica proteccionista, Trump es, en la práctica, un tigre de papel. Tras una breve pausa se ha reanudado la mudanza en curso de las manufacturas a México, en tanto que el peso mexicano, cuyo valor es un barómetro de la esperada política comercial estadounidense, se ha recuperado de casi todas sus pérdidas posteriores a noviembre.

En otras palabras, las acciones llamativas, que se ganan uno o dos ciclos noticiosos, no son ningún sustituto de las políticas reales y coherentes. Cierto, su principal efecto duradero puede ser el de dilapidar la credibilidad de un gobierno. Lo que nos trae al ataque con misiles contra Siria la semana pasada.

El ataque transformó instantáneamente la cobertura informativa del gobierno de Trump. De pronto, a las notas sobre las luchas internas y disfunciones las reemplazaron titulares chillones sobre la rudeza del presidente e imágenes de los lanzamientos de los Tomahawks.

Sin embargo, aparte de su efecto en el ciclo noticioso, ¿qué tanto, realmente, se logró con el ataque? Unas horas después del ataque, aviones de combate sirio estaban despegando de la misma base aérea y se habían reanudado los ataque aéreos contra el pueblo donde se usó gas venenoso provocando la acción de Trump. No hay duda de que las fuerzas de Al Asad tuvieron algunas pérdidas, pero no hay ninguna razón para creer que una sola acción tendrá algún efecto en el curso de la guerra civil de Siria.

De hecho, si la acción de la semana pasada fuera el fin de la historia, el efecto final bien podría ser el fortalecimiento del régimen de Al Asad —“¡Miren, se enfrentaron a una superpotencia!”— y debilitar la credibilidad estadounidense. Para lograr cualquier resultado perdurable, Trump tendría que involucrarse en Siria de forma sostenida.

¿Haciendo qué?, se preguntarán. Bueno, esa es la gran interrogante, y la falta de buenas respuestas es la razón por la que el expresidente Barack Obama decidió no empezar algo que nadie sabía cómo terminaría.

Entonces, ¿qué hemos aprendido del ataque contra Siria y sus consecuencias?

No, no nos hemos enterado de que Trump es un dirigente efectivo. Es fácil ordenarle al ejército estadounidense que dispare algunos misiles. Hacerlo en una forma que de verdad sirva a los intereses estadounidenses es una parte difícil, y no hemos visto, en absoluto, ningún indicio de que Trump y sus asesores hayan resuelto esa parte.

De hecho, lo que sabemos del proceso de toma de decisiones es todo menos tranquilizador. Justo unos días antes del ataque, el gobierno de Trump parecía estar enviando las señales de una falta de interés en un cambio de régimen en Siria.

¿Qué pasó? Las imágenes de las víctimas del gas venenoso eran horribles, pero Siria ha sido una increíble historia de horror durante años. ¿Trump está tomando decisiones de vida y muerte sobre la seguridad nacional basadas en la cobertura televisiva?

Algo sí es seguro: la reacción de los medios al ataque contra Siria mostró que muchos entendidos y agencias de noticias no han aprendido nada de los fracasos del pasado.

A Trump le puede gustar decir que los medios tienen prejuicios en su contra, pero la verdad es que han retrocedido al inclinarse a su favor. Quieren parecer equilibrados, aun cuando no hay equilibrio; han estado desesperados por tener excusas para ignorar las dudosas circunstancias de su elección y su comportamiento errático en el cargo y empezar a tratarlo como a un presidente normal.

Podrán recordar cómo, hace mes y medio, los enterados declararon ansiosamente que Trump “se convirtió en el presidente de Estados Unidos hoy” porque logró leer en el teleapuntador un discurso sin improvisar. Luego volvió a tuitear otra vez.

Uno podría haber esperado que esa experiencia sirviera de lección. Pero no: Estados Unidos disparó unos misiles y, una vez más, Trump “se hizo presidente”. Aparte de todo lo demás, hay que pensar en los incentivos que esto crea. El gobierno de Trump sabe ahora que siempre puede minimizar el reporte sobre sus escándalos y fracasos si bombardea a alguien.

Así es que aquí va una pista: la verdadera dirigencia significa concebir y llevar a cabo políticas sostenidas que hagan del mundo un lugar mejor. Las maniobras publicitarias pueden generar unos cuantos días de cobertura mediática favorable, pero terminan debilitando a Estados Unidos, no fortaleciéndolo, porque le muestran al mundo que tenemos un gobierno que no puede concluir nada.

Y ¿alguien ha visto un signo, cualquier signo, de que Trump esté listo para mostrar un liderazgo real en ese sentido? Yo no.

2017 New York Times News Service.

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