Las travesuras de los pastorcitos y la Iglesia de Roma

Santiago Villa
16 de mayo de 2017 - 02:30 a. m.

“El Catolicismo Romano es, en mi opinión, peor que el Ateísmo”, dijo el Príncipe Mishkin en uno de los diálogos de la novela El idiota, de Fiodor Dostoievski. “La religión Católica Romana no es una fe, sino la continuación del Imperio Romano”.

La canonización de los pastorcitos de Fátima esta semana es uno de los motivos por los que comparto la primera apreciación. Una organización que promueve, en pleno siglo XXI, la creencia en que la Madre de Dios se le apareció a tres pastores menores de nueve años en una aldea de Portugal, para decirles al oído los mensajes más importantes que Dios tenía que comunicarle al mundo, aunque no haya pruebas de que estaban mintiendo o alucinando, o de que fueron llanamente manipulados, está insultando el sentido común y los principios del pensamiento racional.

Pero de eso se trata la fe: de suprimir la lógica y la razón. De no pensar. La fe es la palabra que se utiliza para celebrar como una virtud la creencia en acontecimientos inverosímiles, siempre y cuando repitan lo que dice una institución o una figura de autoridad. Usted lo cree o no lo cree. Si lo cree, es de los nuestros; de lo contrario, es un apóstata y merece desconfianza, en el mejor de los casos.

Volveré a esto un poco más adelante.

La segunda apreciación de Mishkin va al corazón de una de las grandes críticas que ha recibido la Iglesia católica a lo largo de su historia. Vista desde cierta perspectiva, la Iglesia católica es como esos alienígenas de las películas de ciencia ficción, que simulan la apariencia de cuerpos humanos para, en realidad, propagar la supervivencia de una especie extraterrestre.

En el catolicismo se esconde, además de una rama renegada del judaísmo palestino, la estrategia consciente o inconsciente del Imperio Romano para seguir gobernando el mundo occidental después de las invasiones bárbaras. Roma, a partir del siglo IV, pasó de ser un imperio militar a una religión. Gracias al catolicismo siguió dominando el destino de los occidentales durante siglos. Aún lo sigue haciendo. 

El papa reemplazó la figura del emperador en el nuevo orden, que sin embargo conservó al latín como su lengua franca, y la particular obsesión legalista romana. El derecho canónigo es heredero directo del derecho romano. Su jerarquía, con la cabeza en Roma, y arzobispos y obispos en diferentes regiones, es un modelo del emperador, los cónsules y los gobernadores. Las guerras de religión de la Edad Media y el Renacimiento fueron, vistas desde esta perspectiva, una continuación de la lucha contra el poder central de Roma.

Fue gracias al catolicismo que Roma conservó su influencia en aquellas regiones otrora sometidas al Imperio Romano de Occidente, con la excepción del norte de África, invadido por los árabes en el siglo VII. España (Hispania) fue católica romana, motivo por el que América Latina es hoy católica romana. Lo mismo va para Portugal, y esto nos lleva de nuevo al tema de los pastorcitos de la Virgen de Fátima.

Dos de ellos, los que serán canonizados, murieron de gripe antes de cumplir los diez años. Dejaron unos confusos mensajes que no en vano son descritos como “misterios”, y que han dado para tantas interpretaciones como las profecías de Nostradamus.

La tercera pastora fue monja y por el resto de su vida dijo recibir visitas de Jesucristo y de la Virgen. Durante el siglo XX fue utilizada como punta de lanza desde la Iglesia católica para atacar a Rusia y la expansión del comunismo en el mundo. Nunca, que se sepa, dijo que Jesucristo y la Virgen aparecieron para repudiar el fascismo en Europa, el holocausto de los judíos, o en regiones más lejanas pero no menos humanas, las atrocidades que cometieron los japoneses durante la invasión a China.

La principal preocupación de la Virgen María a través de los pastores de Fátima era un poder terrenal que pudiese amenazar a Roma.

Recomiendo, por último, la lectura de esta entrevista, en la que un sacerdote portugués denuncia las apariciones de la Virgen de Fátima como un fraude del clero de su país.

Twitter: @santiagovillach

 

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