¿Lección aprendida?

Felipe Zuleta Lleras
16 de noviembre de 2013 - 11:00 p. m.

Sin lugar a dudas jaramillo, el dueño de Andrés Carne de Res, es un empresario exitoso que de lejos logró montar un sitio mágico y lleno de detalles que enamoran a quienes pasan por allí en cualquiera de sus dos sedes.

 

Sin embargo, lo que tiene de empresario y emprendedor le falta como comunicador de sus mensajes. Las declaraciones que esta semana soltó en Blu Radio lo pusieron en el ojo del huracán, pues en vez de salir a decir que lamentaba los hechos de la violación de una mujer de 19 años en el parqueadero de su restaurante y que colaboraría con las autoridades, sugirió que la señorita, por el hecho de entrar con un sobretodo, haberse quedado en minifalda y haber tomado trago, se había buscado que la violaran. Palabras más o palabras menos ese fue el mensaje equivocado que le ha costado sangre a él y, por supuesto, al nombre que durante tantos años ha forjado con muchísimo trabajo.

No entraré a insultar a Jaramillo, pues imagino que hartos dolores de cabeza habrá tenido esta semana. Sólo le digo que una mujer no es puta ni puede ser abusada nunca, sin importar si está o no ebria o usa minifalda.

No conozco a Jaramillo pues creo que lo he visto un par de veces en sus restaurantes, por lo que aclaro que esta defensa no la hago por ser su amigo o relacionado. Lo hago porque estoy convencido firmemente de que todos alguna vez en la vida la hemos embarrado y eso no lo pueden cobrar indefinidamente como si fuéramos criminales. Si en este país vemos a los verdaderos delincuentes de cuello blanco pavoneándose en los restaurantes, clubes sociales y cocteles, por qué no pasar la página en el caso de Jaramillo. Finalmente contribuye con cientos de empleos, es la imagen de Colombia para los cientos de extranjeros que frecuentas sus restaurantes y, hay que decirlo, la comida es buena, aun cuando es posiblemente uno de los restaurantes más caros de toda la ciudad. Pero bueno, el que quiera dejarse descunchar por un plato de papas criollas, allá él.

Jaramillo —asumo— ha aprendido la lección con sangre, a tal punto que tuvo que contratar una asesoría de imagen para que haga lo que los americanos llaman damage control o control del daño. Hubo de publicar un costoso aviso en la primera página de El Tiempo y ha sacado varios comunicados en las últimas horas.

Pero creo yo que lo mejor que podría hacer es abrir su restaurante un fin de semana sólo para señoritas que vayan con minifalda a las que, además, les debería hacer unos precios especiales. De esta manera podría resarcir, así sea parcialmente, la ofensa que hizo en contra de las jóvenes y a través de ellas a todas las mujeres de Colombia.

Me da pena ser tan explícito con lo que voy a decir y me perdonarán los lectores, pero conviene a veces recordar el famoso adagio popular según el cual “la lengua es el azote del culo”. De esto, pues, que Andrés recuerde que a las mujeres se las respeta y punto. Y nunca se pueden aceptar excepciones a esta norma de oro.

 

 

 

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