Publicidad

¿Lectores o consumidores?

Columnista invitado EE
23 de abril de 2013 - 11:00 p. m.

Las estadísticas indican que en este país se leen 2,2 libros por persona al año, el 10% de la población lee por actualización cultural y el 32% compra libros.

 Estas cifras, que ya resultan impactantes cuando se comparan con las de otros países —en España se leen 10,3 libros al año; en Brasil, el 55% lee por actualización cultural, y en Estados Unidos, el 59% de la población compra libros—, se deben manejar con pinzas. ¿Quién lee? Si el 67% de los colombianos afirma que no lo hace porque no le gusta, ¿quiénes son los que leen? ¿El 33% restante? Tal vez menos. Muchos dejarán sus 2,2 libros al año para que otros los lean, esos a los que sí les gusta.

Tan sólo el año pasado la Feria se preciaba de haber recibido 400.000 visitantes, superando, incluso, la cifra de asistencia de 2008, la mejor en la historia. ¿De dónde llegaron esos 400.000? ¿Si muy pocos leen, si muy pocos compran libros, quién va a la Feria del Libro? Aparentemente todos. Caminar un domingo por los pabellones, por ejemplo, resulta una tarea difícil y, a medida que el día avanza, se va complicando aún más. Las grandes editoriales ponen porteros en las entradas que miran a cualquiera con sospecha y los asesores se acercan muy atentos, qué necesita, qué busca, quiere que le recomiende. La pregunta real parte de un silogismo básico: si nadie lee y todos van, ¿a qué van? Las posibilidades son amplias, algunas se podrán enumerar. La primera —y la menos probable— es que de repente todos hayan decidido ampliar las estadísticas y empezar a leer. Suena a ciencia ficción, pero ese puede ser el caso de algunos para quienes la feria es un impulso a su propósito lector, que se olvida en el transcurso del año. Otros van por los descuentos, que están muchas veces centrados en los libros defectuosos, con letras ilegibles o páginas en blanco.

Unos van porque quieren ver lo que se ofrece, por la facilidad de tener varias editoriales reunidas. O porque van buscando aquel libro que no han podido conseguir y tal vez, con paciencia y una ardua indagación, encuentren la joya que les está faltando. También pueden ir por las conferencias, mientras otros van buscando hacer firmar los libros que compraron en la Feria del Libro pasada y que todavía no han leído. Pueden ir a mostrarse, a sonreírles a los colegas, porque hay que exhibir que se es intelectual y que se compran libros, por supuesto. Los demás, es posible, van para llevar a los niños al pabellón Rafael Pombo. Da la impresión de que la feria termina por recrear la idea del circo que llega al pueblo. Todos van porque es el circo, para decir que fueron, aunque no les guste. Es moda, al final. Independientemente de sus razones, las cifras de lectura no suben y, se supone, ese debería ser uno de los propósitos de una feria del libro. La pregunta se vuelca, entonces, a nuestro sistema de educación: ¿será que, en vez de estar formando lectores, estamos formando consumidores?

 

* Adriana Marín

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar