Leer a Horacio Castellanos Moya

Santiago Gamboa
19 de abril de 2013 - 09:27 p. m.

He leído tres veces el arma en el hombre, de Castellanos Moya, y debo confesar que me asaltan las ganas de leerla por cuarta vez.

El que se trate de un muy delgado volumen contribuye a ello, por supuesto, pues se lee rápidamente y, sin embargo, el miedo, la emoción y compasión que produce duran mucho más que el tiempo de su lectura, o dan la impresión de provenir de un libro más largo, que pudo atrapar por más tiempo y con más intensidad nuestra atención. ¿Qué es lo que tanto fascina en la historia de este paramilitar apodado Robocop? Supongo que el tratarse de una historia posible en cualquier país latinoamericano con secuelas de conflicto social y militarización.

Ahora acabo de leer su última novela, El sueño del retorno, con un embrujo similar al que me han provocado la mayoría de sus libros, de los que citaré El asco, La sirvienta y el luchador o Desmoronamiento. En El sueño del retorno se narra el drama de un periodista salvadoreño atraído y al mismo tiempo repelido por la violencia de su país, al que anhela regresar. La novela describe las últimas semanas de este exiliado en México D.F., hechizado por su sueño del retorno con la disculpa de crear un proyecto periodístico progresista en San Salvador, un sueño que lo lleva a padecer una ristra de males físicos, dolores en el hígado —aumentados por su afición al alcohol— y colitis, así como males más espirituales como la inminencia de la separación con su mujer, que lo ha engañado con un actor, o el miedo ante la desaparición del doctor Chente Alvarado, su médico, que regresó a Salvador y al parecer, sólo al parecer, desapareció, lo que le pone los nervios de punta al preguntarse cuál será su suerte ahora que, en plena dictadura, se dispone a regresar él también.

El crítico Francisco Goldman, escribiendo en The New York Times, dijo en el 2003 que Castellanos Moya “ficcionalizaba la guerra civil salvadoreña criticando a las dos facciones enfrentadas de un modo venenoso e hilarante”. Roberto Bolaño se refirió a él en estos términos: “Es un melancólico y escribe como si viviera al fondo de alguno de los muchos volcanes de su país. Esta frase suena a realismo mágico. Sin embargo no hay nada de mágico en sus libros, salvo tal vez su voluntad de estilo. Es un superviviente, pero no escribe como un superviviente”.

La crueldad de la guerra civil de Salvador, que parece chocar de frente con los territorios de la imaginación, se convierte en sus páginas en farsa y tragicomedia. El mal está en nosotros, podemos imitar sus muecas; hacer una representación imaginaria y reírnos. Una risa macabra, pero verla nos asegura que hemos comprendido y que no olvidamos.

Todo esto es suficiente para concluir que el tema central de Castellanos Moya —cosa similar ocurre con Rodrigo Rey Rosa— es la exposición cruda de la crueldad humana, algo que en Latinoamérica y sus guerras civiles no fue sólo la antinomia “civilización versus barbarie”, sino algo mucho más real, con miles de cuerpos mutilados por todo un continente que, salvo en el caso de Colombia, en donde aún la sangre llueve a borbotones, está apenas acabando de limpiar y cauterizar sus profundas heridas. Un imprescindible en esta Filbo que comienza.

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