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Les Luthiers, nominados

Tulio Elí Chinchilla
05 de mayo de 2011 - 11:00 p. m.

SI LA MÚSICA, ADEMÁS DE RECREAR el espíritu, nos hace sonreír y desternillar, ello le brinda una maravillosa plusvalía. Este es el prodigio de Les Luthiers, grupo argentino cuya obra músico-literaria, labrada en más de cuarenta años, ha sido nominada al premio Príncipe de Asturias de las Artes 2011.

Aunque ayer no obtuvo el galardón, este sexteto trascenderá en la historia musical por varias virtudes: su capacidad para crear y ejecutar piezas de todo género —desde clásicas hasta populares— con maestría técnica, buen gusto y sabrosura, burlándose ingeniosamente de todos ellos sin menoscabar su valor; la elaboración de textos de impecable factura que ironizan sobre temas sacralizados en cantigas, madrigales, cantatas, oratorios, sonatas, tangos, boleros, chacareras, cumbias, mambos y gaitas venezolanas; y su habilidad para construir instrumentos totalmente originales, verbigracia, el latín (violín de lata), el yerbomatófono y el tubofono ciricónico cromático.

Para caricaturizar a los compositores Les Luthiers fabularon el personaje Johann Sebastián Mastropiero. De él cuentan que cuando atravesó un periodo de total improductividad intelectual, entonces se metió a dirigir un conservatorio. Su relación amorosa con la condesa Shortshot quedó reflejada en la obra Divertimento Matemático, “cuyos movimientos son: Introducción, Enunciazione in tempo di menuetto, Hipotesis agitatta, Tesis, Desmostrazione, ma non troppo, Finale presto con tutti”. Y al dedicarse a la investigación histórica, “Se pasaba largas horas en la biblioteca de la opulenta Marquesa de Quintanilla, cuyos volúmenes le apasionaban (los de la biblioteca)”.

Con derroche de virtuosismo vocal-instrumental estos bufones se mofan del barroco en el Concierto Grosso “alla rústica”. Ridiculizan la prosapia huera de los comentaristas de música clásica, mediante el Vals del Segundo. Para descalificar los panegíricos mistificadores de descubridores y conquistadores españoles compusieron la Cantata del Adelantado Don Rodrigo Díaz de Carreras. En ella Don Rodrigo descubre a América en 1491, llega a Colombia (Rodrigombia) al son de cumbia y termina en el Caribe al ritmo de mambo, Calipso y chachachá. En la cantiga La bella y graciosa moza marchose a lavar la ropa, se ríen de los polifónicos madrigales renacentistas.

Los amantes del bolero deben quedar sin ganas de escuchar otra pieza romántica después de oír el Boleró, cuya letra deja muy mal parado el menú de tópicos sentimentaloides: “Tu piel, tersura incomparable / cual suave terciopelo / tus ojos, tus piernas, tus manos / tus dedos, tus narices / tu pecho, tu espalda, tus caderas, tus rodillas; tus falanges, tus muñecas / tus orejas, tus tobillos,... etcétera”.  Y el saborcito ridículo de ciertas partes de los tangos, se devela en Pieza con Forma de Tango (“¿por qué te fuiste mamá con ese señor, qué tiene él que no tenga yo?”).

Cultivando música inteligente —irónico significaba también inteligente en el Renacimiento— y desacralizando respetables estéticas, Les Luthiers ayudan a civilizarnos: quien es capaz de burlarse de sus propios dioses, posee el antídoto contra ciertas formas de barbarie.

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