Los conflictos internos

Enrique Aparicio
05 de marzo de 2017 - 02:00 a. m.

Las contradicciones que vivimos cada día son el enredo emocional, el resultado de no tomar decisiones sino dejarlas que echen raíces y crezcan en nuestra vida hasta el punto que se vuelven compañeras cotidianas y, lo peor, llegamos a tolerarlas como algo normal.

Cuando salí del Museo del Reino (Rijksmuseum) —el más importante de Holanda— tras haber visitado la exposición “Rembrandt al final de su vida”, una exposicion temporal de hace un buen tiempo, quedé con esa necesidad de tener conciencia  clara de lo que había visto.  En principio algo natural, una exposición de Rembrandt, el pintor que se ganó la inmortalidad a punta de pincel y muchas penurias económicas al final de su vida.  Vecino mío, pero hace 400 años mal contados. En la edad madura se dedicó a expresar en múltiples pinturas esas contradicciones que el ser humano maneja inconscientemente: la infidelidad, el conflicto familiar, la intimidad —cuando se rompen barreras—, la soledad que puede llevar a la decisión de quitarse la vida y el resto de angustias que acechan al hombre o mujer. Estos sentimientos son patentes sobre todo en los óleos que cuelgan en la sala llamada “Los conflictos internos”.  

Ahí está la historia intensa de Betsabé, súbdita del rey David. En un momento el todopoderoso rey de Israel observa a Betsabé bañándose y se enamora locamente de ella, aun sabiendo que estaba de por medio su esposo Urías, fiel soldado del reino. Para evitar que  supiera que vendría un hijo producto del adulterio, el rey se las arregló para enviarlo al frente de batalla donde seguramente moriría. Y así fue.

El rey David después de varias jugadas a tres bandas termina casándose con Betsabé. El hijo producto del adulterio nace y muere a los 7 días.  Lo que parece historia sagrada, no es otra cosa que la expresión angustiosa del gran conflicto cuando hombre o mujer deciden traicionar compromisos.

Sentado en un restaurante adyacente al museo, pedí una ginebra (holandesa). La sirven en un vasito semicurvo. Aquí sostienen que cura todo.  Hay que tener mucho cuidado pues un guayabo con este tipo de licor puede llevarlo a tratar de curar los efectos rezando y asegurándose que nunca en su vida volverá a tomar una gota de alcohol.

En esas divagaciones estaba cuando me percaté que en una mesa cercana estaba una mujer muy bonita, con unos ojos verdes que combinaban con el sol del momento. Me miró inquisitivamente.

-Bueno veo que usted también estuvo en la exposición —observando el catálogo que tenía en mi mano y comenzó lanza en ristre.

-Ustedes los hombres viven obsesionados por vernos desnudas bañándonos. No sólo Rembrandt sino un sinnúmero de pintores de cualquier época le han dado duro al temita.

Me imaginé el cuadro de Betsabé con unos senos preciosos y al ver a mi interlocutora espontanea no pude evitar imaginármela desnuda tomando un baño en algún rio en medio de un bosque lleno de selva amable. Decidí ponerme intelectual:

-Cómo usted recordará Rembrandt era un gran retratista, entre otras.  En la época en que vivió —el Siglo de Oro holandés— el billete corría por toneladas, lo que quiere decir que los grandes comerciantes eran quienes hacían encargos a los pintores, quienes no tenían por qué limitarse al arte religioso pintando santos y crucifijos exclusivamente.

-A ver, en eso estamos de acuerdo. Rembrandt fue un buscador insaciable y un pintor que incluía la vida cotidiana.  Hay un bosquejo de la historia de una mujer joven de Dinamarca que tuvo encontrones muy duros con la mujer que le alquilaba el sitio donde vivía. En uno de esos la dueña de la casa muere tras caerse accidentalmente por las escaleras. A la joven se le acusa de asesinato. El resto de la historia es que este tipo de crímenes se castigaban vía estrangulamiento. El maestro hizo un bosquejo. ¿Lo vio?

Ya estábamos entrando en calor con mi vecina. Nos estábamos despojando poco a poco de nuestras barreras egocéntricas.

-Claro que lo vi, pero son los autorretratos que pintó los que demuestran su disciplina y propósito. Rembrandt registró el avance de su edad más que enredarse en exploraciones narcisistas. No quiso engañarse. Los autorretratos no intentan maquillar lo inevitable. Por el contrario las arrugas, muchas, el pelo canoso, la mirada de alguien que ha vivido y sufrido, se refleja en estas pinturas.  En sus últimas épocas, su casa fue embargada. Se quebró totalmente en 1656, le cancelaron un proyecto para la alcaldía de Ámsterdam en 1662, la muerte de su compañera sentimental en 1663 y, para completar, la muerte de su único hijo en 1668. A nuestro pintor le cayó la roya. Si uno observa autorretratos de esa época cuando tenía unos 63 años, su expresión no es la de un hombre feliz, sino de alguien angustiado, presionado por el momento. Uno de sus biógrafos comentó que el pintor quiso en esta parte de la vida estar en la compañía de gente simple y aprendices de arte. Se le atribuye la siguiente frase: “Si quiero descansar espiritualmente no voy a buscar honor sino libertad”.

Ya mi vecina no era vecina. Estábamos en la misma mesa. Me adelanté y sin dejarla hablar le pregunté:

-¿Y qué opina del cuadro de La novia judía? ¿Esa mano íntima que acaricia una parte muy sensible de la novia?

-Créame que si los hombres nos acariciaran con esa delicadeza y ternura habría menos divorcios. Al final de la historia estoy convencida que el pintor era un ser muy humano, muy compenetrado con su alrededor, sensible.

-¿La podría invitar a algo más?

-No. Quedemos en que esta corta conversación refleja lo que ambos sentimos por esta gran exhibición. Quizás la vida nos dé espacio para continuar este y otros encuentros. Prefiero pensar que conversaremos siempre y no sólo un momento.

Se levantó, me miró como alguien que no quiere olvidar. En ese instante sentí que la vida tenía mucho sentido.

 (Aquí un YouTube que tomé en la exhibición temporal).

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar