Los consejos de Stiglitz

Columnistas elespectador.com
13 de abril de 2014 - 10:00 p. m.

¿Algún país firmará tratados comerciales para perder con ellos? Los negocios entre Estados, como pasa con los de la gente del común, pueden ser buenos o malos.

Las recomendaciones del Nobel para Colombia estuvieron cargadas de buenas intenciones, desarrollando el principio del Estado como orientador de los recursos de la sociedad. Verdades como la importancia de la educación en la reducción de la desigualdad o la advertencia sobre el crecimiento soportado en la explotación de los recursos naturales, son aplicaciones de ese principio. El aumento de riqueza, proveniente de allí, no puede tener un destino mejor que educación y progreso técnico que involucre a toda la sociedad, como lo ha recordado Stiglitz.

Algunas de sus sugerencias han sido acogidas por anticipado en el país por diferentes gobiernos, fundamentalmente Liberales: la redistribución de ingresos en forma de subsidios a los sectores más débiles o el programa de vivienda gratuita son algunos ejemplos de políticas buscando equidad. La universalización de la educación básica y la salud, con todos sus defectos, problemas y retos, también. Nuestra Constitución garantiza el ejercicio de derechos, para lo que se requiere una cultura de pago de impuestos y no de su evasión, así sea “explicada” por los altos niveles de corrupción.

Aparte de la exportación de hidrocarburos y minería Colombia no despega en el mercado mundial, pero eso no es responsabilidad de malos tratados: En un mundo en que los costes de transporte tienden a acercarse a cero, los exagerados fletes internos, por ejemplo, son un enorme y “artificial” sobrecosto, sin que se pueda imputar a los TLC.

Para “perjudicar” a la industria no se necesitan tratados: un ejemplo de ello son las importaciones subsidiadas provenientes de Venezuela que afectan a Cúcuta y las zonas de frontera. Tampoco hace falta un TLC con China para que el bajo costo de su manufactura nos inunde, literalmente, siendo suficientes las diferencias en costos para promover el contrabando. Esos desfases comerciales ni siquiera aparecen en la balanza de pagos no siendo por ello sus efectos, como el desempleo, menos reales. El asunto se trata de competitividad. La pregunta es: ¿Tenemos expectativas ciertas para consolidar una oferta exportable, que genere riqueza y empleo, diferente a petróleo y minería?

Mientras Stiglitz ofrece buenos consejos la planta de ensamble de Mazda en Bogotá está a punto de cerrarse. Miles de empleos, directos e indirectos y de buena calidad se pueden perder. Como pasa con otros productos resulta más barato importar los Mazda que producirlos internamente. Es la “maldición” de las exportaciones de recursos naturales; la valoración del peso; la falta de competitividad etc.

En un mundo globalizado vale la pena preguntarnos, nuevamente, a propósito de los consejos del Nobel, si en el comercio internacional libre el argumento según el cual una de las partes gana más que la otra es suficiente para abstenerse de participar: la respuesta es, evidentemente, no. El gana-gana, de acuerdo con la probada teoría de las ventajas comparativas, es perfectamente posible, aunque un país gane más que el otro, claro, bajo una serie de supuestos, uno de los cuales es la libre movilidad de bienes, capitales y trabajo. Ello, en nuestro caso, no es tan así, pero por ejemplo los chinos, hoy en el país más rico, viven mejor que hace 20 años por cuenta de su participación en el comercio mundial.

El profesor Stiglitz, al tomar partido en contra del TLC y sentenciar que solo le conviene a los Estados Unidos, asume una posición política derrotista que no le deja ver detalles de nuestras particularidades como Nación, pero, por otra parte, no parece defendible en el mundo de hoy la bandera del proteccionismo a ultranza, por cierto la misma que enarbolan los sindicatos en los Estados Unidos al proteger sus afiliados, para cuestionar nuestras exportaciones a ese país. Un poco de pragmatismo y menos fundamentalismo podemos sugerir respetuosamente a tan estimado profesor.

 


@herejesyluis  

 

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