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Los dioses incas

Ricardo Bada
17 de enero de 2013 - 11:00 p. m.

Reinhold Messner, el legendario escalador italiano, del Tirol, es uno de los pocos seres humanos que han coronado las catorce cumbres superiores a los 8.000 m, ha sido el primero en subir solo al Everest, y también el primero en hacerlo sin oxígeno suplementario, amén de haber atravesado a pie la Antártida por el Polo Sur, Groenlandia por su eje longitudinal, y el desierto de Gobi.

Y hay un hermoso documental suyo que hace parte de una serie titulada Las moradas de los dioses, las de aquellos que fueron adorados en las montañas. Su objetivo era narrar la escalada de una cima andina, el Licancábur (“la montaña del pueblo”, en el ya extinto idioma kunza), de 5.921 m según la Enciclopedia Salvat. Se encuentra en la frontera chileno-boliviana, en la zona del desierto de Atacama, y era una de las alturas sagradas de los incas, donde sus sacerdotes se reunían en fechas canónicas para celebrar al Sol.

Cierto es que se han encontrado ruinas en las cumbres no sólo de esta montaña, sino de varias otras, y todas ellas avalan el dato de que allí se celebraban regularmente ceremonias rituales. Pero hay algo que no me convence en la explicación que se da a la escalada de esas tan altas cimas, por parte de los sacerdotes, en determinadas fechas. Lo hacían, nos asegura Messner, para manifestar y recalcar la supremacía de los incas y/o su casta religiosa sobre el resto de los mortales: sólo ellos eran los que tanto podían aproximarse al Sol, sólo ellos eran los que estaban en condiciones de superar el áspero camino hacia la inhóspita cumbre y entenderse allí con los dioses.

Santo y bueno, pero séame permitido entonces hacer la siguiente reflexión: si Messner tuviera razón, eso nos obligaría a pensar que las poblaciones sometidas por los incas tienen que haber estado integradas —y además en su totalidad— por auténticos estúpidos que nunca supieron sumar 2+2=4. Y la verdad de la milanesa (como dirían en el Río de la Plata) es que ese cuento no me lo como. Porque si hay algo que sí puede certificarse con absoluta certeza, es que tales santuarios no fueron construidos por los sacerdotes, sino por los sometidos. Y los sometidos, tan sólo por el mero hecho de haber logrado levantar edificaciones ciclópeas en las cumbres de tales montañas, y en condiciones que exigen esfuerzos casi sobrehumanos, ya demostraron que estaban si no por encima, por lo menos al mismo nivel que la casta de los sacerdotes.

La única explicación posible que no invalidaría la teoría de Messner es que aquellos lugares ceremoniales fueran construidos por los propios dioses, pero en lo que a mí respecta me resulta difícil imaginarlo, ni qué decir creerlo.

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