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Los libros Sagrados

Cartas de los lectores
19 de enero de 2014 - 10:00 p. m.

Es inexplicable que los gerentes de las diferentes religiones enseñen que lo dicho hace miles de años no se puede armonizar con el mundo de los nuevos tiempos.

Dicen que el ciego no puede predicar y olvidan que no hay más ciego que el que no quiere ver. Son pocas las personas con limitaciones que se ven. Son miles las personas con limitaciones que no son visibles aun cuando son manifiestas.

Hago referencia sólo al matrimonio. La mujer es una costilla del hombre. Debe seguir al hombre, debe estar al lado del hombre, debe obedecer a su marido porque éste es el jefe o cabeza del hogar; la mujer sólo puede casarse con hombre de su misma religión en tanto que el hombre puede hacerlo con varias mujeres así sean de otras religiones. La castidad en las mujeres se da si tienen sólo un marido, en tanto que un hombre puede ser casto con varias mujeres; el reino de los cielos es para los pobres, porque a los ricos no les pertenece el cielo, los ricos deben dejar sus riquezas en manos de los pastores o sacerdotes para que puedan tener un pedazo de cielo; el marido puede repudiar a su mujer, pero la mujer no puede repudiar a su marido; los ministros de Dios y las religiosas no se pueden casar porque no tienen derecho a compartir sus bienes con su pareja; la impureza es pecado y es impuro el que tiene malos pensamientos y los malos pensamientos están atados al sexo y olvidan que el ser humano es producto del sexo, es sexuado y que en gran parte el sexo es uno de los motores del mundo.

Las religiones han adoptado la obligación cultural de la fidelidad con énfasis en la mujer a ciencia y conciencia de que la fidelidad es un mito.

Además es absurdo que al infiel se le castigue con lesiones personales y aun con la muerte. Y no es menos perjudicial que se venda la idea de que todo lo que hace el ser humano es pecado, que todo “mal pensamiento” es pecado y al final todos los humanos somos pecadores. Tampoco parece sensato que miles de personas se aferren a estas creencias, que generan sentimientos de culpa, que trastornan la mente y limitan el crecimiento del humano y de la humanidad.

Carlos Fradique-Méndez. Bogotá.

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