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Los manuales de convivencia

Cartas de los lectores
18 de agosto de 2016 - 02:00 a. m.

Los manuales de convivencia

Los manuales de convivencia de todos nuestros colegios son inconstitucionales. El único manual de convivencia que debe entrar a la escuela en Colombia es la Constitución.

En nuestras escuelas hay una total ausencia, olvido, ignorancia e indiferencia por nuestra Constitución Política.

Por ejemplo, el derecho constitucional a la educación está subordinado a una serie de normas que atentan contra la dignidad humana, contra los derechos humanos y sobre todo contra el derecho a la libertad y no digamos el derecho a la libre determinación de los estudiantes y al libre desarrollo de la personalidad. En todos los colegios prima el uniforme por encima de todo, la clase de religión por encima de todas las demás asignaturas, el color de los zapatos por encima del derecho a la educación.

Que el peluqueado, que los atuendos, que los accesorios que se portan, que el ancho de las botas de los pantalones, que la longitud de la falda, que tal adorno, que tal prenda, que tal maleta, que tal mochila, que tal bolso, que tal forro, sí, hasta el color de los forros.

Y en nuestras salas de profesores el libro de pedagogía por excelencia es la libreta de moda de las ventas por catálogo. , desde perfumes hasta vestuarios, desde carros hasta fincas, desde interiores hasta electrodomésticos, etc., etc., etc. Lo más cercano a la intelectualidad es algún ejemplar de la Biblia que anda por ahí.

Las formaciones, que no son más que unos aburridos plantones en el patio del colegio, son los espacios para que las directivas pongan en ridículo a más de un estudiante, incluso se llega hasta la estigmatización y el señalamiento público.

“Oiga, no se haga el marica, forme bien, no sea niña, hable como un varón, párese derecho como un hombre…”.

En la clase de educación física sí que hay insultos degradantes: “camine como un hombre, sea macho, no sea marimacha, sea femenina, sea varón, ¿no tiene güevas?...”.

Gay es un insulto, ser gay es una vergüenza, nunca una diferencia. Con solo gritar la palabra gay se puede difamar de la manera más inmediata. Y se oye por toda la institución.

La escuela colombiana es homofóbica. Ser homosexual es un pecado contra natura, es un defecto, es una enfermedad contagiosa, es un maña, es un defecto, es una grosería, es un asco, es una porquería, es motivo de señalamientos, es motivo de burlas, es motivo de discriminación…

Más de un niño sufre, más de un joven sufre, más de un estudiante carga con un sentimiento de culpa al extremo. Y así es el sufrimiento de ser gay.

Recuerdo cuando al Comité de Convivencia del colegio se llevó a un estudiante de 15 años porque se comportaba amaneradamente en clase. Se citó a los padres de familia y la directora de curso les dijo a los acudientes del muchacho que su hijo es gay. Pues se armó toda una tragedia familiar de graves consecuencias para la vida escolar del joven y para la desintegración del núcleo familiar.

En nuestros colegios los colores tienen sexo, los implementos deportivos también. Incluso hasta los deportes que se pueden practicar, tienen sexo. Y qué decir de los campeonatos que se organizan. La mayoría de las veces se organizan equipos masculinos para fútbol y microfútbol y a las estudiantes solo les corresponde ser las porristas y las animadoras de la barras para que “griten como locas”.

Lo de primero las damas, a una mujer no se toca ni con el pétalo de una rosa, el día de la mujer, el día del hombre, lo del sexo débil, lo del sexo fuerte, lo del sexo opuesto... son construcciones ideológicas desde el machismo, la discriminación y el atropello.

Nunca hay un espacio para la concientización y para la construcción colectiva por la dignidad y la sana convivencia.

Y no digamos nada de las cotidianidades que suceden en nuestros colegios, de las distintas opciones sexuales diferentes a la dominación heterosexual.

Desde todos los ámbitos escolares se ignora por completo la Constitución. Qué bueno sería que se llevara a nuestras escuelas y colegios como manual de convivencia nuestra Constitución Política y hacerla cumplir.

Jaime Aristizábal Correa. Bogotá.

Envíe sus cartas a lector@elespectador.com.

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