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LOS MEGA-SALARIOS

Augusto Trujillo Muñoz
10 de octubre de 2014 - 04:30 a. m.

Con un coeficiente Gini superior al 0.45, Estados Unidos es uno de los países más desiguales del mundo.

Detrás del ‘sueño americano’ se instaló un fenómeno de desigualdad que, en el pasado, era ajeno a la historia gringa. Como se sabe, pobreza y desigualdad no son lo mismo. Aquella se supera con trabajo y da lugar a la esperanza; ésta rompe el tejido social, genera rencor y frustraciones. En América Latina tuvimos los registros de desigualdad más altos del planeta. De los 15 países más desiguales, 10 estaban en América latina.

En los últimos años algunos de ellos se han recuperado. Hoy Colombia registra cifras importantes de crecimiento económico, de incremento del empleo, de disminución de la pobreza. Sin embargo la desigualdad se acentúa y está pasando una cuenta de cobro peor que la de la pobreza. El bien conocido libro de Thomás Piketty ha puesto el tema de la desigualdad en el primer puesto de la agenda global.

El economista francés formula la tesis de la “estructura de la desigualdad”, sustentada en que, históricamente, la distribución del capital ha sido, y sigue siendo, mucho más desigual que la de las rentas de trabajo. Pero además, distingue entre la desigualdad originada en la concentración de las rentas de capital, y la desigualdad originada en la concentración de las rentas de trabajo.

Los dos tipos de desigualdad se retroalimentan y, por eso, ambos deben ser combatidos y neutralizados si se quiere, al menos, conservar los términos actuales de estabilidad y convivencia, que ya son bastante débiles. En otras palabras la desigualdad del mundo actual no sólo proviene de la excesiva riqueza, históricamente acumulada por unos pocos, sino también de los excesivos salarios que cobran ejecutivos del sector privado.

Según un artículo de Joaquín Estefanía, publicado en El País de Madrid (17/VI/14), la paga de uno de esos ejecutivos, en Estados Unidos, es hoy 331 veces más alta que la de la media de sus empleados y 774 veces más que la de los que menos devengan. El periodista español agrega otras cifras escalofriantes pero, en relación con nuestro medio, lo preocupante es que Piketty halló un país más desigual que los Estados Unidos. Ese país es Colombia, y así lo consigna el autor en la página 327 de su célebre libro.

La situación es dramática en un país con exceso de contradicciones sociales y defecto de legitimidad institucional. Pero es aún peor registrar el hecho de que en Colombia se pagan mega-salarios y se suscriben mega-contratos de prestación de servicios que retroalimentan, peligrosamente, la ya irritante situación de desigualdad.

Gran responsabilidad le cabe en ello al sector privado. Es bien sabido que tal cosa ocurre, al más alto nivel, en el ámbito financiero y en el productivo, en el de los medios de comunicación y en el deportivo-empresarial. Todas esas son amenazas a la idoneidad profesional y a los principios que el sector privado dice defender. Amenazas graves al mérito, es decir, a la economía de mercado; a la justicia distributiva, es decir, al estado de derecho; a la convivencia social, es decir, a la democracia. ¿En qué estamos?

*Ex senador, profesor universitario, @inefable

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