Los pitbulls de la Iglesia

Juan Gabriel Vásquez
19 de noviembre de 2010 - 02:57 a. m.

EL PARTIDO CONSERVADOR SE quitó la máscara moderada, si es que quedaba algún rastro de moderación por ahí perdido, y anunció su firme intención de reformar la Constitución para "acabar con el aborto en Colombia".

José Darío Salazar, el presidente del partido, aclaró que la iniciativa había sido concertada con la Iglesia Católica. Aclaración innecesaria: hace rato que varios partidos políticos colombianos, unos más extremistas que otros, funcionan en la práctica como perros de ataque de la Iglesia, como esos pitbulls que los dueños llevan bien agarrados del lazo hasta que ya no los llevan agarrados del lazo: hasta que los sueltan y los azuzan y los mandan a morder al otro. Y yo, la verdad, no sé para qué les hace falta ese ejército de pitbulls, si la Iglesia colombiana nunca ha tenido problemas para intervenir en política. En su última intervención, que rebasa todos los límites de la decencia democrática y que hubiera causado escándalo en cualquier país tolerante, un cura que no mencionaré se permitía decirle a la Corte Constitucional lo que tiene que hacer en el caso del matrimonio homosexual. Y todos tan tranquilos.

En el ataque del Partido Conservador a la despenalización del aborto, como en el ataque del cura aquel al matrimonio entre homosexuales, hay poca verdad, mucha manipulación, mucha superstición e incluso algo de superchería, mucha hipocresía, mucha intolerancia y sobre todo un desprecio frontal y violento a los principios del laicismo. Lo cual, claro, no es de sorprenderse, ya que el mismo papa Ratzinger tuvo el descaro de venir a Barcelona, la ciudad donde vivo, a decir que el “laicismo agresivo” de la sociedad española sólo era comparable con la violencia sufrida por la Iglesia católica en los años anteriores a la Guerra Civil. Es una declaración muy grave: primero porque sucede en un país donde la Iglesia tiene todos los beneficios fiscales que ha querido, donde los curas aconsejan a los fieles que incumplan la ley y no les pasa nada, y después porque es una falta de respeto con los sacerdotes que sí sufrieron la violencia real de los extremistas anticlericales. La Iglesia no respeta ni a sus muertos.

José Darío Salazar ha justificado el ataque al derecho de las mujeres a abortar diciendo que “la sociedad colombiana es católica y cristiana”. La premisa es falsa: la sociedad colombiana no es católica ni cristiana. La mayoría de la sociedad lo es, cierto, pero el gran logro de las mejores democracias modernas, a las que la Iglesia siempre se ha enfrentado, está en la protección de las minorías. Y a eso hemos llegado: a que las minorías —los homosexuales, las mujeres violadas o cuyo parto las pone en riesgo de muerte— tengan que ser defendidas de la Iglesia y de sus pitbulls, que quieren cambiar las leyes y hasta la Constitución “porque la sociedad colombiana es católica y cristiana”. Le tengo una noticia, José Darío Salazar: la religión de la gente no le importa a una Constitución política. Esa Constitución también es mía, que soy ateo, y también es la de mi amigo Guterman, que es judío nacido en Bogotá, y también es la de un tipo sobre el que leí el otro día, que es musulmán y vive en La Guajira. Si usted no entiende eso, no sé qué hace ahí, legislando para todos, en lugar de ir a formar su propia secta.

 

 

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