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Los polos opuestos de la guerra se tocan

Cecilia Orozco Tascón
19 de noviembre de 2014 - 03:17 a. m.

Los lobos están frotándose las manos. Los de las Farc y los del establecimiento, se entiende.

Sus aullidos lograron, por fin, y ojalá de manera temporal, el triunfo del belicismo sobre la solución pacífica pactada entre colombianos diferentes y, ante todo, inteligentes. Lastimosamente, este país no ha evolucionado, aún, hacia estadios de civilización en que primen las razones sobre las balas. Aquí se desprecia por tonto, ingenuo o flojo a quien intenta comprender los argumentos y la conducta de los demás. Y se admira, pondera y, todavía peor, elige, al que reta a los contrarios a liarse a puños, al que odia y clama venganza; al discriminador y al aniquilador. Estos depredadores abundan, por supuesto, en las Farc. Pero —qué pena, señorones blanqueados por la hipocresía social— también en el Estado.

En su línea de sentirse mejores que los “bandidos”, porque no llevan armas encima o porque no disparan ellos mismos sino mediante otros, los bien vestidos salen hoy, indignados, a lamentar la suerte del general Alzate. Mienten. Están dichosos con el “papayazo” que él dio: encontraron la disculpa perfecta que el oficial y los guerrilleros del río Atrato les pusieron en bandeja. De dientes para afuera lloran, pero en su fuero interno ruegan que no liberen al militar para que la suspensión de la negociación en La Habana se convierta en ruptura. Miente el procurador que debe estar organizando brindis con champaña porque la situación en que queda el gobierno Santos favorece sus apetitos de poder: al diablo con Colombia. Miente Uribe cuando loa a las Fuerzas Armadas en las que no ve seres humanos sino perros de caza. Miente, también, la servidumbre uribista, sus congresistas y sus comentaristas camuflados en los medios que ponen voz quejumbrosa ahora, a pesar de que llevan meses buscando la forma de segar las conversaciones.

Alzate importa un bledo a los unos y a los otros. Les interesa en cuanto sirve a sus objetivos. De resto, nada. Lo demuestra la divulgación desafiante (“dirán que me lo dijo el hacker”) del informe de Inteligencia en la cuenta de Twitter de Uribe, a las dos horas de ocurridos los hechos (17 horas, 13 minutos, exactamente), con cada uno de los detalles de lo sucedido en el caserío Las Mercedes. Nadie, salvo Uribe y los organismos de seguridad, sabían, en ese momento, lo que acontecía. No obstante la responsabilidad que le cabe como expresidente y como senador, pudo más el ansía de cobrar el éxito de sus advertencias que una probable afectación a la vida del general y sus compañeros de cautiverio. El trino de Uribe olía a murciélago chupasangre. O parecía.

El comunicado del “bloque Iván Ríos” de la guerrilla tiene carácter similar al del mensaje digital del congresista. Se adivina el guerrerismo en ambos escritos, ni una sola línea humanitaria. Las expresiones “cuentas pendientes... con la justicia” y “su caso amerita un detenido examen en el que habrá que balancear muchas cosas” fueron redactadas por las Farc que, prepotentes, se adjudican la facultad de juzgar a los demás siendo ellas candidatas a un juicio histórico. Pero han sido utilizadas por la ultraderecha, que también se ve como diosa perfecta que puede mandar al infierno a quien le plazca. Mire usted la paradoja: los polos opuestos se tocan y cada vez se asemejan más.

Entre paréntesis. La administración Santos come el cocinado que preparó: negociar en medio del combate y tener dos discursos simultáneos, uno de paz, otro de guerra. Pregunta suelta: ¿qué habría hecho un comandante militar si Timochenko hubiera entrado a su batallón: lo habría dejado libre o lo habría capturado?

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