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Los temas sustanciales

Armando Montenegro
08 de septiembre de 2012 - 11:00 p. m.

Aparte de los previsibles ataques ideológicos y políticos, a mi manera de ver sólo se ha registrado una observación importante al temario de las negociaciones de paz con la guerrilla.

Jorge Orlando Melo indicó que la agenda debía concentrarse en temas propios de una negociación con un grupo armado irregular: su desmovilización, la reparación de las víctimas y la eventual participación en política de los combatientes. Y añadió, con razón, que en el temario de la mesa no deberían incluirse “temas sustanciales”, porque, de esta forma, se le daba a la guerrilla “una representación política que no tiene”.

Uno de los grandes errores del Caguán fue precisamente que todos los asuntos del país —impuestos, reforma agraria, reforma urbana, política social, estructura del Ejército, relaciones internacionales— se pusieron a disposición de la mesa de negociación, en el entendido de que estaban a consideración de los comandantes guerrilleros. Parecía que un país derrotado le giraba un cheque en blanco a las Farc en cualquier tema de la vida nacional (un cheque que, por su infinita torpeza, Tirofijo no cobro por ventanilla).

En esta oportunidad, gracias a la sensatez de las conversaciones exploratorias, la agenda está restringida. A primera vista, el único “tema sustancial” en la mesa es la política agrícola. Aun así, se entiende que cualquier cosa que acuerden los negociadores en ésta y otras materias, en principio, no compromete al resto del país. Lo que se pacte en la mesa, más adelante, podrá ser modificado, aprobado o negado en el Congreso, o puesto a consideración de la ciudadanía por medio de mecanismos de participación directa. Y además, teniendo en cuenta que algunos de los temas, como los de tierras y víctimas, ya han sido objeto de prolongados y amplios debates recientes, lo que se discuta en la mesa de negociación tendrá necesariamente que enmarcarse dentro de los criterios y principios de las leyes que fueron aprobadas por el Congreso.

Se entiende que el tema del narcotráfico debía incluirse en la agenda porque se refiere a los mecanismos y procedimientos que pueden permitir que la guerrilla deje de ser una organización vinculada a la producción y exportación de droga, de tal forma que sus miembros puedan integrarse a la economía formal.

Una de las ventajas de excluir los grandes temas sustanciales de la negociación es que el país y el Gobierno pueden seguir su marcha, sin convertirse en rehenes de lo que se diga o se piense en la mesa, especialmente por parte de los representantes de la guerrilla. Sería desastroso que el alza de la gasolina, la modificación del salario mínimo, la solución de los problemas del transporte, las regalías o la salud tuvieran que pasar, expresa o tácitamente, por el filtro de los comandantes sentados en la mesa de La Habana.

El país necesita emprender reformas —en materia de salud, educación, infraestructura— que deben discutirse sin mayor dilación en el Congreso de la República, después de debates con diversos sectores de la sociedad. Sería absurdo que el Congreso y el resto del país quedaran en vilo, a la espera del visto bueno de los negociadores de las Farc. Por eso hay que celebrar que el Gobierno haya insistido en limitar el temario de la mesa de negociación. Mantener los temas esenciales alejados de este escenario será una de sus responsabilidades con la democracia.

 

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