MACROLINGOTES

El presidente de Alemania no es hoy ni siquiera una figura decorativa, como lo crearon en su Constitución de posguerra (1948).

El “hombre fuerte” es una mujer, la canciller, jefa del Gobierno, Ángela Merkel, quien no sólo manda en su país sino en la Unión Europea. En cambio el jefe del Estado, Christian Wulff, está metido en problemas porque obtuvo préstamos personales con organismos y personas que negocian con la administración. El debate lo tiene tan debilitado que ya ni lo invitan a las sesiones solemnes de los colegios y en muchos sectores están pidiendo su dimisión. “Asumo con agrado mi responsabilidad, pero no he cometido ninguna irregularidad. Fue un grave error”, ha declarado.

Algo similar ocurrió en Colombia en 1921 cuando el joven representante a la Cámara Laureano Gómez denunció que el presidente Marco Fidel Suárez había obtenido créditos con entidades que negociaban con el gobierno. El mandatario se defendió señalando que él consideraba que no había cometido ninguna falta moral porque los préstamos pedidos a individuos o compañías que tenían negocios con el Estado, o aspiraban a tenerlos, habían sido garantizados con propiedades particulares suyas que de sobra alcanzaban para reembolsar los dineros recibidos.

A Suárez le tocó dimitir, a pesar de que inicialmente pidió licencia, y Laureano quedó feliz, tanto que cuando falleció aquel quiso ser el orador en las exequias. Pero la verdad es que ese episodio fue una “sacada de clavo” de un debate anterior, cuando Suárez era canciller. Dirigiéndose a él le dijo Laureano, también en la Cámara: “No crea vuestra Señoría que los conservadores tenemos alma de ovejos”.

Suárez, reconocido lingüista y gramático, tranquilamente lo rectificó: “De carneros, honorable representante, porque el macho de la oveja no es el ovejo, sino el carnero”. Desde entonces comenzaron a hablar del “ovejo Gómez”.

Le tocó a Suárez acudir a los agiotistas, ya que él era muy pobre, tanto que su mamá “lavaba” y no exactamente plata.