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MACROLINGOTES

Óscar Alarcón
28 de mayo de 2012 - 11:00 p. m.

Aún recuerdo la portada de la revista Visión (año 1964) cuando apareció el escritor Carlos Fuentes como el principal portaestandarte de un fenómeno que se iniciaba entonces, como era la nueva literatura latinoamericana.

Después Luis Harss, de quien por lo menos yo no he vuelto a saber, escribió un excelente libro llamado Los nuestros, en el que con un estilo muy particular —combinación de crítica con entrevista— aparecieron Carpentier, Asturias, Borges, Guimarães Rosa, Onetti, Cortázar, Rulfo, Fuentes, García Márquez y Vargas Llosa.

Hubo en esos años (1966) la leyenda según la cual Harss no existía, que era un seudónimo de varios a pesar de que el libro aseguraba que era chileno y autor de dos novelas en inglés, además de la obra a la que me refiero, cuya primera edición salió originalmente en ese idioma. Supe después que cuando entrevistó a Fuentes con ese propósito, éste le habló de un colombiano que prometía mucho y que estaba trabajando en una novela “extraordinaria”, de la que mucho se hablará. Se refería a Cien años de soledad y por eso García Márquez apareció allí.

Es que Carlos Fuentes fue el principal impulsor del boom latinoamericano de novela y a quien nuestro Nobel mucho le debe. Se fue como Borges, como Cortázar, como Rulfo, sin el premio de la Academia Sueca. ¿No es esto-colmo? Una de sus últimas novelas La silla del águila, que no superó a La región más transparente, ni a La muerte de Artemio Cruz ni a Aura, ha dado pie para muchos comentarios. No tanto porque allí predijo que Juan Manuel Santos, quien es el principal protagonista, iba a ser mandatario de Colombia, sino porque el candidato del PRI a la Presidencia de México, Enrique Peña Nieto, haya declarado que ese era uno de los tres libros que más le habían gustado en su vida, pero que no recordaba el nombre del autor. Afortunadamente el gran maestro de las letras latinoamericanas, Carlos Fuentes, no alcanzará a verlo en la Silla del Águila, como le dicen los mexicanos al solio presidencial. Ninguna fuente de alta fidelidad le pudo “recordar” al virtual mandatario el nombre de uno de sus tres escritores predilectos, fallecido recientemente.

 

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