Manifiesto del café

Hugo Sabogal
08 de abril de 2017 - 01:54 a. m.

Es tanto lo que ocurre en el mundo del café por estas fechas, que he decidido ocuparme del tema por lo menos una vez por mes. Ya era hora.

No puede ser que nos mantengamos de espaldas al producto más representativo de Colombia, cuyo valor sensorial pesa tanto o más que todas las otras bebidas placenteras.

Pese a tenerlo a la vuelta de la esquina, lo tratamos como si no existiera, relegándolo al papel de insumo alimenticio y nada más.

Da placer y esperanza entrar hoy en un local especializado para darnos cuenta de que la juventud se está tomando el papel de estudiarlo y de entenderlo y, lo más importante, de acercarnos al café, con técnica y maestría y con un gran sentido de pertenencia nacional.

Tanto o más esperanzador es que estos jóvenes baristas están saliendo al campo a buscar caficultores para trabajar juntos: unos desde sus parcelas y otros detrás de las barras de sus establecimientos, ejerciendo una comunicación íntima que ambos intuyen, sin tener que hablar.

Este accionar no sólo lleva al campo a decenas de jóvenes urbanos sino que, a través suyo, cientos de familias están, por fin, viendo valoradas sus sacrificadas y mal remuneradas faenas diarias. Qué buena noticia, porque nuestra indiferencia los estaba llevando a reemplazar el café por productos más rentables o a ceder sus tierras a la voracidad inmobiliaria.

Todo esto salta a la vista durante los encuentros de caficultores y promotores del grano, quienes esta semana vivieron algunos de los más emotivos momentos del calendario anual.

Guiados por ellos mismos o bajo la batuta de una Federación Nacional de Cafeteros más audaz y moderna, estos nuevos apóstoles están demostrando que la café-cultura es una forma de acercamiento sin precedentes, porque congrega en vez de dividir; ennoblece en vez de enfurecer, y abre oportunidades donde las esperanzas parecían estar moribundas.

Todo esto lo vi y lo viví, primero, en el relanzamiento, en Bogotá, de la Taza de la Excelencia, concurso de calidad con ramificaciones globales, que ahora coordina la naciente Asociación Colombiana para la Excelencia del Café (Asecc), donde se juntan productores, comercializadores, exportadores, emprendedores, baristas, docentes y comunicadores del café. Uno de sus canales hacia el consumidor está conformado por decenas de tiendas especializadas en la preparación de cafés únicos.

En Armenia, pude estar presente en el Primer Campeonato Colombiano de Cafés Filtrados, técnica de preparación hogareña que hoy alcanza enorme difusión en el mundo, porque entrega cafés limpios y reveladores de su origen. Su ganador, entre 35 participantes, fue Nicolás Rico, de café Azahar, quien representará a Colombia en el mundial de la categoría, en junio, en Budapest.

La semana cerró con la final del II Segundo Concurso Nacional de Calidad de Café “Colombia, tierra de diversidad”, organizado por la Federecafé, con la participación de caficultores de trece departamentos, cuyos granos y cafés fueron calificados por 30 especialistas internacionales, venidos de Asia, Europa y Estados Unidos. Los lotes ganadores fueron subastados, en vivo y en directo –y con un precio premium de cinco dólares por libra para los concursantes pequeños–, desde el auditorio principal del cada vez más renovado Parque del Café.

Mi invitación es salir a probar estas maravillas que tenemos en casa para ver si logramos romper el paradigma de que sólo los consumidores mundiales saben y aprecian nuestro café. ¡Abran sus sentidos, de una vez por todas!

 

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