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El mes pasado se publicó un manifiesto Ecomodernista (www.ecomodernism.org) que el columnista de El Espectador Andrés Hoyos, en su nota del 13 de mayo, califica de trascendental y base para el ecopragmatismo, es decir, para “una actitud no fanática de cara a los retos del medio ambiente” ¿Esto quiere decir que debemos acoger el manifiesto ecomodernista para salvarnos del calificativo?
El columnista pasa a aseverar que si los países pobres quieren salir de la pobreza, tendrán que aumentar su consumo de energía y alimentos, entre otras cosas. Y que el “ambientalismo radical” se opone a esto pues conduciría a la hecatombe y a catástrofes, luego el crecimiento económico tendrá que detenerse a escala planetaria y la pobreza será permanente. Y que no existe ninguna posibilidad de que los “ambientalistas radicales” acepten este tipo de propuestas. No es claro a qué se refiere el columnista por “ambientalismo radical”, ni a quiénes, ni tampoco de dónde saca semejantes afirmaciones.
Efectivamente, los “ecomodernistas” sostienen que la humanidad debe aceptar que el planeta está en una nueva época geológica —la del “Antropoceno”—, lo cual implica que la sociedad debe desarrollarse desacoplándose de la naturaleza a la que es necesario cuidar pero liberando la economía del ambiente, aunque aceptan que se mantendrá siempre algún grado de dependencia.
El análisis y las propuestas de los “ecomodernistas” son interesantes para un debate a fondo sobre el modelo de desarrollo y sus posibilidades de acoplarse en equilibrio con las dinámicas de los biogeosistemas planetarios. Por ahora, el manifiesto debe entenderse como la búsqueda, de un grupo de científicos, de una salida bastante idealista a la crisis social y ambiental de la humanidad.
Pablo Leyva. Bogotá.
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