¿Marchar para que nos odiemos más?

Patricia Lara Salive
31 de marzo de 2017 - 02:00 a. m.

Muchas veces hemos escuchado al expresidente Álvaro Uribe hablar de “la Patria”. Se diría entonces que se considera un patriota, es decir, una “persona que tiene amor a su patria y procura todo su bien”, según la definición de la Academia de la Lengua.

Sin embargo, el lenguaje incendiario que utiliza; su twitter virulento; sus descargas de odio que por esta vía les llegan diez o 15 veces diarias a sus casi cinco millones de seguidores; las tergiversaciones que lanza; el miedo que infunde; y los sofismas que se inventa, como ese de que “el dilema es democracia o chavezdesgracia”, indican que con su verbo lo que procura es el mal de la patria y la deformación de la percepción de la realidad, para que se piense que el bueno era él.

Y con ello hace daño, porque llena a los colombianos de pesimismo, de odio y de rabia. Y como, además, su Centro Democrático y su gobierno se han visto envueltos en toda clase de escándalos (recordemos no más los pagos y chanchullos de Odebrecht; los desfalcos a la salud y a la DIAN; los dos exministros presos por sobornar congresistas para lograr la aprobación de la reelección presidencial; el exministro condenado por beneficiarse políticamente con los subsidios de Agro Ingreso Seguro; el jefe de seguridad del presidente extraditado a EE. UU. por su relación con el narcotráfico; el primo, senador y dirigente de su movimiento político, preso por sus relaciones con los paramilitares y acusado de beneficiarse con tierras arrebatadas por estos a los campesinos, etc, etc,), y como la gente, por más que quiera a Uribe, sabe que todo eso ha sucedido, se va llenando de desesperanza y se va convenciendo de que, en Colombia, nada se puede, nada tiene remedio.

Por eso no es de extrañar que el 70 por ciento de los colombianos crea que el país va por mal camino, según una encuesta reciente de Gallup. Es que como una proporción importante de la gente cree, sin detenerse a reflexionar un instante, en lo que dice Uribe, lo más probable es que muchos se coman el cuento de que el comunismo está a punto de tomarse el poder, de que el presidente es un infiltrado del narcoterrorismo, de que este país lo maneja una banda de hampones, en resumen, de que Colombia es un desastre, como diría Donald Trump.

Pero ello no es así: nadie más lejano del comunismo que un aristócrata de derecha, socio del Country Club, como Juan Manuel Santos. Y la corrupción, que existe desde hace mucho tiempo, no se instauró en este gobierno. ¡No es sino que miremos para atrasito!

Por un momento tengamos en cuenta los hechos: la tasa de homicidios ha disminuido en casi dos terceras partes en los últimos 15 años; los secuestros han bajado vertiginosamente; en la sala de urgencias del Hospital Militar parece como si asustaran, pues prácticamente se acabaron los soldados heridos por la guerra; ya no hay tomas de pueblos ni asesinatos de candidatos presidenciales; cinco millones de personas salieron de la pobreza entre el 2010 y el 2016; la educación primaria llega hoy al 92 por ciento; los kilómetros construidos de vías y carreteras se duplicaron desde 2009; la esperanza de vida al nacer subió diez años y hoy llega a 74; y la economía colombiana es una de las mejor libradas en esta etapa de desaceleración latinoamericana del crecimiento.

¡Claro que falta mucho por hacer, por corregir, por depurar y por cambiar! Pero como no quiero ayudar a que se confunda más el país, no saldré a marchar mañana. Y los invito a que ustedes tampoco marchen.

www.patricialarasalive.com

@patricialarasa

 

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