Martínez Neira y Pastrana: juntos ayer y hoy

Cecilia Orozco Tascón
25 de abril de 2017 - 11:00 p. m.

Néstor Humberto Martínez renunció. Entonces, también enfrentaba un debate en el Congreso de la República como el que citó para ayer el senador Jorge Enrique Robledo. Martínez Neira era el ministro del Interior del gobierno de Andrés Pastrana (1998 – 2002). La fecha señalada para votar una moción de censura contra él era el 8 de mayo del año 2000. Pero Martínez, viéndose perdido puesto que sabía que la moción tenía votos suficientes en el Capitolio para ser aprobada y que él sería el funcionario que estrenaría, destituido, esa figura de la Constitución, prefirió dimitir dos horas antes de la citación. No quiso medirse, como sí lo había hecho, digamos, un Horacio Serpa en condiciones aún más adversas. Cuando escribo esta columna no se ha iniciado y ni siquiera sé si se llevaría a cabo la sesión senatorial preparada por Robledo con su listado de impedimentos y denuncias contra el sempiterno Néstor Humberto Martínez, ahora en su calidad de fiscal general. Desde luego, no espero que, en consecuencia con el abultado paquete de objeciones legales y éticas que el senador exhibió, ya, en sus entrevistas públicas, el fiscal renuncie como hace 17 años: soy insistente pero no demente. Su situación actual, el enorme poder que ha acumulado en el campo político como en el económico y social, hacen casi imposible que Martínez pueda ser destronado: se ha mimetizado tanto con la denominada ‘institucionalidad’ que si se derrumba el individuo, se derrumba el establecimiento, dijo un analista frío que comentaba el pesado muro que protege a este personaje, funcionario de todos los gobiernos.

Para continuar con los recuerdos, antes de ser ministro del Interior de Pastrana, Martínez fue ministro de Justicia de Samper y su embajador en Francia. ¿Cómo logró pasar de una administración a otra, en tiempos en que los pastranistas calificaban como delincuentes a los del gobierno anterior? No se sabe, pero a nadie pareció extrañarle: la cualidad del mimetismo. Mientras fue el hombre del presidente Pastrana, Martínez Neira acompañó a su jefe al Caguán y fue solidario con el proceso de paz cuantas veces fue necesario. Es más: desde ese municipio, el ministro anunció, el 7 de mayo del 2000, un día antes de su retiro, que no se iría y que asistiría al debate: “por ahora no he pensado en renunciar...” (ver). Según explicó, los rumores de crisis ministerial eran puros chismes de las agremiaciones cuya preocupación por la recesión económica provocada por “la incertidumbre política” derivada de las negociaciones con las Farc, llevó a unos 20 dirigentes a llamar la atención del presidente Pastrana (ver). No obstante lo que sostuvo en público, Martínez se fue del Ministerio pocas horas más tarde, pero no en rechazo al proceso de paz, sino por miedo a perder el debate en el Congreso.

Menos de un año antes, el gobierno Pastrana había pasado por el más grave choque civil-militar de la época reciente. Nadie se acuerda, pero el “former president” que se topó con Trump la semana pasada y quien le prodigó un “quick hello”, según la vocera de la Casa Blanca, pasó un gran susto cuando, estando en la Casa de Nariño, su ministro de Defensa, Rodrigo Lloreda, renunció en protesta por la complacencia del jefe de Estado con la guerrilla a la que le había entregado 42 mil kilómetros para su estancia y completo dominio mientras que ese territorio fue declarado prohibido para las Fuerzas Armadas. En cuanto se conoció la dimisión de Lloreda (1.999), “se desencadenó la peor crisis militar” (ver). El general Mora Rangel, comandante del Ejército de la fecha, coordinó la renuncia de sus jefes de división y brigada. En menos de media hora, Bogotá recibió las cartas solicitando su retiro de 12 generales, 20 coroneles y se esperaba la de otros 50 oficiales.

Ante el obvio peligro de insubordinación, el director de la Policía, general Rosso José Serrano, se puso en contacto con el ministro Martínez Neira, entre otros altos funcionarios civiles, y con la embajada de Estados Unidos. Ellos, y otros más, defendieron —como correspondía— al presidente Pastrana, acusado por la cúpula de las Fuerzas Armadas de “entregarle el país a las Farc”. Quedaron talladas en piedra las palabras de uno de los generales al mandatario: “Presidente… los militares tenemos la sensación de que el Gobierno ha cedido en todo. Ya no tenemos cómo hacerles entender a nuestros hombres… yo le pregunto: ¿qué hay que esperar para romper con las Farc?” Hoy, el expresidente Pastrana y su ministro Martínez Neira, quien —repito— no se separó del Gobierno por estar en desacuerdo con el proceso de paz, encabezan la oposición a Santos cuando las Farc ya están concentradas y desarmadas. Ambos, desde sus lugares, no solo complotan como otros lo hicieron contra ellos, sino que acuden a Trump y a su embajada en Bogotá... y el fiscal tampoco renuncia.

 

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