Más libros, más historias

Diego Aristizábal
04 de mayo de 2014 - 11:24 p. m.

No conozco al primer niño que no le gusten las historias. Si no se las cuentan él mismo se las inventa, es como si estas fueran incluso más importantes que la comida.

He llegado a pensar que un niño puede vivir sin verduras, sin sopa, sin leche pero jamás sin cuentos, sin imaginación. Sin imaginación los niños se mueren, o peor, se vuelven como tantos adultos que van por la vida cargando, apenas, sus propias realidades.

En estos días he visto a los niños en la Feria del Libro de Bogotá arrastrar a los padres a los lugares donde les cuentan historias. Los he visto maravillados leyendo con el dedo uno y otro libro sin preguntar el precio, ni nada, ¿a quién le importa? Me imagino que para ellos una feria como esta debe ser el paraíso: historia tras historia en un mismo lugar.

Tal vez por eso he vuelto a leer ese cuento tan bello de Isaac Bashevis Singer: “Neftalí, el narrador y su caballo Sus”. Neftalí era demasiado aficionado a los cuentos. Nunca se quedaba dormido antes de que su madre le contara uno. En ocasiones tenía que contarle dos o tres antes de que cerrara los ojos. Siempre pedía más y más. Lo único que quería era aprender a leer. Había visto a los niños mayores leyendo libros de cuentos y había sentido envidia de ellos. “¡Qué feliz era quien podía leer un cuento en un libro!”, decía.

Cada libro guarda un gran misterio, los niños lo intuyen sencillamente porque les fascina el asombro. “¿Qué hacen los niños sin libros de cuentos?”, se pregunta Neftalí quien decide que cuando crezca viajará por todas las ciudades, pueblos y aldeas y venderá libros de cuentos en todas partes. “Pero un vendedor de libros no gana suficiente para mantenerse a sí mismo, a su familia y, además, a caballo”, le dicen sus padres. “Será suficiente para mí”, responde.

Dicen que cuando no se come bastante se pierde fuerza. También creo que cuando no se lee lo suficiente se pierde mucho más. En esta época de feria donde veo a tantos niños entusiasmados con las historias, como ha sido siempre, no dejo de preguntarme en qué momento este deseo enorme de leer se desvanece hasta el punto de limitar la vida a los chismes, a la televisión en las noches para “descansar” y a las narraciones de la agotadora cotidianidad.

Más que políticos en campaña, estoy seguro de que los niños prefieren que a sus pueblos lleguen personas como Neftalí, libros que les cuenten historias, que los ayuden a resistir cada una de las desgracias de este país que quiere arrancarles la inocencia, secarles la imaginación.

Los niños están ávidos de historias, los adultos también, sólo que son tan tontos que no se dan cuenta de eso y prefieren ocuparse de las cosas anodinas que consideran importantes. “Quienes no cuentan cuentos, ni los escuchan, solo viven el momento, y no es suficiente”, leo en esta historia que tiene la capacidad de hacerme creer que sin libros se nos mueren las esperanzas.


desdeelcuarto@gmail.com
@d_aristizabal

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