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Matoneo vial de los personajes

Rafael Orduz
25 de marzo de 2013 - 11:00 p. m.

Difícil encontrar muestra más evidente Y cotidiana de abusos en las calles bogotanas que el matoneo de numerosos personajes públicos con sus vehículos y escoltas. Abuso de autoridad y violación permanente de la norma.

Ya se ha hablado en abundancia acerca de la ineptitud de algunos alcaldes y sus equipos de cara a la movilidad capitalina. Sobre la incapacidad, por décadas, de construir el metro, de ampliar las redes viales, de reparar las existentes.

Lo que nadie ha estudiado es el impacto que sobre la movilidad tiene el desplazamiento de las personas importantes, cuyo kit de seguridad puede contar con uno o varios vehículos, amén de uno o más motociclistas, con frecuencia de la Policía.

Sea que los ciudadanos conduzcan sus propios vehículos o que transiten en buses, no hay día en el que no se vean sometidos a la barbarie de tener que detenerse frente a un semáforo en verde porque los escuderos del personaje abren camino para que el dirigente pueda llegar, expedito, a su destino, pasándose los rojos que sea necesario.

Lo más grave es que son los mismos agentes de la Policía los que interrumpen el tránsito para que sus custodiados se desplacen como enfermos graves en ambulancia.

O parquear sus cuatro por cuatro donde les venga en gana, generalmente en zonas prohibidas, amparados por la autoridad.

Detrás de tales “esquemas de seguridad” hay, además de eventuales riesgos, la necesidad de ostentación. Puede ser un concejal o senador, un alto magistrado, alguien a cargo de algún órgano de control o un ministro, para algunos de ellos la parafernalia de la supuesta seguridad en forma de guardaespaldas y escoltas es un asunto de estatus.

Ir a cenar, al coctel, a una reunión en un club, o a un simple cine, la presencia de guardaespaldas a su alrededor pareciera darles estatura sobre los ciudadanos comunes. (Baste ver los vehículos de los guardianes de las normas parqueados en lugares prohibidos, cuando hay algún encuentro en el club de los abogados).

Lástima que no se pudiera realizar un cruce de información entre los hábitos de puntualidad y el matoneo urbano de los personajes. Por regla, llegan tarde a sus citas, ellos y ellas tan febriles y ocupados, y tan veloces en el caos vehicular bogotano.

Si a las autoridades locales y nacionales les importa un pepino respetar las normas de movilidad, ¿qué les puede importar a los diplomáticos? Incapaces de desviarse un ápice de las normas en sus países, aquí ya se comportan como los funcionarios de acá.

Bogotá pasó, hace rato, del millón de vehículos. Para la inmensa mayoría son herramienta de trabajo. Si instituciones como la Policía quisieran, de verdad, ganar puntos con la ciudadanía, deberían impedir los abusos de los personajes y dejar de ser instrumento para los mismos. En vez de estar agazapados esperando a posibles infractores del Pico y Placa, deberían dedicarse a la agilización del tráfico en las horas pico y no a favorecer abusos de ostentosos dirigentes.

 

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