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In memóriam

Felipe Zuleta Lleras
19 de junio de 2011 - 01:00 a. m.

AUGUSTO RAMÍREZ OCAMPO FUE sin lugar a dudas un colombiano ejemplar. Siempre antepuso al país por encima de cualquier vanidad personal. Serio, preparado, estudioso y honesto son algunos de los calificativos que se podrían decir de él.

Podríamos acudir a revisar su impecable hoja de vida y trayectoria, pero ese sería el camino fácil para elogiar a este ilustre ciudadano. El único cargo de importancia que no ejerció fue la Presidencia de la República, pues a pesar de haber sido candidato, el país nunca entendió que en él hubiera tenido un gobernante impecable.

Fue conservador, pero sin lugar a dudas era un liberal filosóficamente hablando. Siempre estuvo al lado de las minorías, respetuoso de las ideas ajenas, demócrata y un convencido de que el país necesitaba una oportunidad en el tema de la paz. Y fue precisamente en ese campo en donde le prestó sus mejores servicios a Colombia. Aun en los momentos más difíciles siempre hablaba de paz, pues era de esas personas quijotescas que de corazón creía que los colombianos nos merecíamos esa oportunidad. Y fue precisamente él, en su condición de constituyente en el año de 1991, quien luchó para que en la Carta Política quedara la paz como un derecho impostergable. Y tal vez algún día, esperemos no muy lejano, ese sueño de Augusto se convierta en realidad. Y creo de verdad que para allá vamos con los pasos que en ese sentido ha dado el gobierno del presidente Santos. Si Colombia logra reparar a sus víctimas y puede devolverles las tierras a sus verdaderos dueños, el país queda en el sendero de la paz. Eso lo sabía Augusto Ramírez, por eso nunca dejó defender ese propósito.

También como alcalde de Bogotá fue él quien instituyó las ciclovías en el año de 1983, cuando el tema ambiental no era importante ni formaba parte de la agenda de nuestros gobernantes. Ese tipo de cosas eran precisamente las que hacían de Augusto un colombiano visionario. Se adelantaba a su época y a su generación.

Quienes tuvimos el privilegio de conocer a este colombiano sabemos que era ponderado, no soltaba juicios de valor, jamás se le oyó hablar mal de nadie, siempre le daba el beneficio de la duda aun a sus adversarios y era generoso en sus consejos acertados y puntuales.

De Augusto Ramírez podríamos decir muchas más cosas, pero también debemos hablar de su esposa, Elsa Koppel, quien lo acompañó por casi 55 años. Ella siempre estaba al lado de Augusto, con una discreción, elegancia e inteligencia maravillosas. Una mujer que como ninguna otra dedicó sus mejores esfuerzos desde la sociedad de mejoras y ornato a defender los intereses de los bogotanos. De ella sí que podríamos decir que Elsa refleja fielmente aquella frase según la cual detrás de cada gran hombre hay una gran mujer.

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Notícula: No me cansaré de sostener que, tal vez desde la época de Alfonso Gómez en la Fiscalía, este país no había tenido un fiscal como la que tenemos ahora. Qué dupla esta de la contralora y la fiscal. En buena hora para este país.

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