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Memorias de una debacle

Felipe Restrepo Pombo
10 de febrero de 2011 - 03:00 a. m.

HACE POCO LEÍ QUE EL EXPRESIdente Álvaro Uribe contrató a un escritor fantasma para que escriba sus memorias.

Curioso: siempre creí que él mismo haría, sin intermediarios, el recuento de sus grandes gestas. Imaginé que escribiría varios tomos en los que contaría en detalle cómo logró pacificar Colombia en ocho años —omitiendo, tal vez, la mención de un par de episodios incómodos—, con su política de seguridad democrática.

No sé si las memorias del expresidente terminarán con su salida del Palacio de Nariño. Mi opinión, como editor, es que lo mejor sería no prolongarlas mucho más. De lo contrario, Uribe, y sobre todo su ghost writer, se van a encontrar con un serio problema. No tengo idea de cómo van a narrar, con decoro, estos últimos meses en los que el andamiaje sobre el cual se edificaron la popularidad y el prestigio de Uribe se desplomó estrepitosamente.

Parece increíble que hace poco menos de un año Uribe todavía fuera el favorito para ganar las elecciones presidenciales de 2010. Cuando aún no se sabía siquiera si su segunda reelección sería posible, cerca del 60% de los colombianos —o de esos colombianos que aparentemente entrevistan para las encuestas— se declaraba dispuesto a votar de nuevo por él. Para entonces, muchos de los escándalos más graves de la primera reelección ya se habían destapado pero, aún así, millones de colombianos aún apoyaban al presidente. La frase “otra vez se puede viajar por carretera” lo mantuvo en el poder por ocho años. Nada mal.

Hoy, son pocos los que siguen creyendo en el éxito absoluto de la seguridad democrática. Es cierto que hubo grandes éxitos militares, pero el conflicto tomó otras formas, acaso más soterradas y oscuras. El espantoso asesinato de los estudiantes Mateo Matamala y Margarita Gómez es una prueba irrefutable. Ese crimen no fue más salvaje que los otros miles que se cometen a diario en el país. Pero sí les demostró a muchos que en Colombia hay todavía una guerra: una batalla salvaje en la que nadie está a salvo.

El terrible legado del uribismo, creo yo, es la idea de que al fuego se responde con más fuego. Para el ex presidente, y sus principales colaboradores, la mejor defensa siempre es un ataque. Y se ha hecho aún más evidente en estos meses que lleva fuera del poder. Pensaría uno que un expresidente tiene cosas más importantes que hacer que ventilar sus odios en Twitter, como una quinceañera rabiosa. Pero no. Como lo dice Antonio Caballero en su más reciente columna en Semana: “Del uribismo prepotente no queda hoy más que un señor prematuramente jubilado, desesperado y loco, reducido a mandar al aire por Twitter micromensajes de menos de 140 caracteres: frases breves, del estilo de la famosa ‘le-rom-po-la-ca-ra-marica’”.

Parece ser que las memorias de Uribe serán publicadas a final de este año. No me hago grandes ilusiones: si acaso, serán una reiteración de sus obsesiones. O una justificación de sus rabietas, peleas y enemistades. En el mejor de los casos, nos darán una explicación de por qué un hombre que tenía la opción de ser un buen gobernante se convirtió, al final, en un tirano.

Twitter: @FELRES

 

 

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