Mentiras verdaderas

Augusto Trujillo Muñoz
03 de febrero de 2011 - 08:37 p. m.

A propósito de la visita del equipo Corinthians a Ibagué, para su juego con el Deportes Tolima, se produjo un curioso informe en el periódico globo.com, que indignó a los tolimenses.

Fechado el 2 de febrero y escrito por Carlos Augusto Ferrari expresa cómo ven –o mejor, cómo ve Ferrari- desde Sao Pablo, una megalópolis brasileña con más de quince millones de habitantes, a una típica ciudad intermedia de Colombia. El informe dibuja a la capital del Tolima como un deprimido pueblecito detenido en el tiempo, sin pasado, sin presente y sin porvenir.

A pesar de ser la capital de su departamento –se lee en globo.com- el comercio de Ibagué está compuesto “sólo de pequeñas tiendas”. Mientras que Bogotá ha reducido drásticamente sus problemas con la delincuencia, “Ibagué sigue siendo considerada una de las ciudades más violentas del país. Los taxistas advierten sobre los peligros de caminar de noche por la ciudad y llevar bolsos de mano, celulares, relojes y cámaras”.

Luego señala la amenaza permanente que supone para Ibagué el acecho de las Farc, instaladas a pocas millas de la ciudad, lo cual hace que sus habitantes sean cotidianos prisioneros del miedo. Por supuesto, nada habla de los valores históricos del Tolima, de sus riquezas turísticas, de su ambiente universitario, de su contribución al pensamiento colombiano, de sus potencialidades agroindustriales ni del activo cultural que convirtió a su capital en la ciudad musical de Colombia.

Toma sólo aspectos negativos, los exagera y los esquematiza. Alguien podría decir que el informe consigna mentiras verdaderas. Como las que pueden decirse de Sao Pablo: Es una megalópolis insufrible que registra el absurdo promedio de un vehículo por cada dos habitantes, y una desigualdad social y económica, típica de casi todo el Brasil, con áreas de alto desarrollo que desafían la miseria de sus sectores más deprimidos.

Así mismo puede subrayarse la situación de peligrosidad que se vive en buena parte de Brasil por el crecimiento de sus favelas y de sus asentamientos irregulares. A finales del año pasado el gobernador de Río de Janeiro, Sergio Cabral, declaró la alerta máxima en la ciudad, debido a la ola de violencia que se desató por los enfrentamientos entre bandas criminales y la policía. Fotos, videos y noticias que le dieron la vuelta al mundo, registraron escenas escalofriantes. En Sao Pablo existen aún más favelas que en Río. En ellas viven dos millones de personas, con las dramáticas secuelas que tal cosa supone.

En una favela del sur de Sao Pablo, conocida como Paraisópolis, se presentó en el año 2009 una revuelta que dejó varios heridos, entre ellos algunos policías y varios carros incendiados. Las autoridades enviaron fuerzas de choque que fueron recibidas a balazos. A todo parecer lo que se vivió fue una verdadera batalla campal en Paraisópolis, cuyos ochenta mil habitantes conforman una de las favelas más peligrosas del Brasil. En Sao Pablo casi cincuenta de cada cien personas viven en la marginalidad.

Según un informe del diario “El País” de Madrid, fechado el 3 de febrero último, en Sao Pablo hay mil homicidios al mes y el estado se muestra incapaz de contener el auge de la delincuencia. De su texto se deduce claramente que en Sao Pablo ronda el miedo. No hay tranquilidad para vivir. Amenazan, roban, secuestran. El incremento del secuestro va en relación directa con la disminución de robos a bancos, que en muchos casos se han hecho inexpugnables.

Tulio Kahn, secretario ejecutivo del Instituto latinoamericano de Naciones Unidas para la prevención del delito ‘Ilanud’, dice que hay sitios de Sao Pablo en donde “el riesgo de ser víctimas de homicidio es tal vez tan bajo como si estuviéramos en Helsinki o Estocolmo. Pero, si recorremos unos kilómetros hacia el sur, entraremos en un área casi de conflicto de guerra civil”. Sin embargo allí viven los jugadores del Corinthians, un equipo de futbol que paga sumas millonarias a sus jugadores, mientras dos millones de sus compatriotas viven en la miseria.

Es preferible vivir en Ibagué, una pequeña ciudad de quinientos mil habitantes, que tiene la capacidad para acomodarse a un proceso de desarrollo más lento pero más equilibrado, con un equipo de futbol hecho a su imagen y semejanza que gana o pierde jugando y no tiene los complejos que hacen mirar con desdén a los demás, porque sabe que también merecen respeto.

Lo único que necesitan los tolimenses es reconocerse en sí mismos y consolidarse en torno a su propio centro de gravedad. Deben convencerse de que tienen la mejor historia, el mejor turismo, el mejor ambiente universitario, la mejor contribución al pensamiento colombiano, las mejores potencialidades agroindustriales y, claro, el mejor folclor que hace a Ibagué merecedora de su título de ciudad musical de Colombia. Así son en el Brasil, donde todo les resulta ser  “o melhor do mundo”.

A veces es lo peor, como el informe de globo.com. Es un informe sesgado, incompleto, ligero. No es un auténtico informe periodístico sino un texto pobre, malintencionado, desinformador. Cuando digo que contiene mentiras verdaderas estoy diciendo que dice verdades a medias. Y las verdades a medias son verdaderas mentiras.

*Ex senador, profesor universitario

atm@cidan.net

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