Mercosur y el liderazgo de Brasil

Columnista invitado EE
14 de julio de 2013 - 10:00 p. m.

La XLV Cumbre del Mercosur, en la que Uruguay entregó la presidencia pro témpore a Venezuela, se dio después de la muerte del presidente Hugo Chávez, las elecciones en Paraguay, las denuncias de espionaje masivo de Estados Unidos y el cierre del espacio aéreo de algunos países europeos al avión del presidente Evo Morales.

Los miembros permanentes Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay son conscientes de que el Mercosur no es un proyecto concluido, ni acabado, y que la unidad entre los países que lo conforman es fundamental “para hacer frente a un mundo difícil (…) que busca ver al grupo regional separado y dividido”.

El presidente Nicolás Maduro afirmó que el Mercosur deberá constituirse en un factor de unión de América Latina, trascender el aspecto económico-comercial y ampliar los horizontes hacia el Caribe a partir de instrumentos como Petrocaribe, el Banco del Sur y el SICA —Sistema de Integración Centro Americano—, y resaltó además la importancia de la reintegración de Paraguay.

Los países asistentes respaldaron la denuncia ante la Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos por parte de Bolivia por el cierre del espacio aéreo al avión presidencial boliviano y, debido a esta decisión, se convocará a los embajadores de España, Francia, Italia y Portugal acreditados en los países del Mercosur para presentarles esta decisión y llamarán a consultas a sus embajadores en esos países europeos para que relaten lo ocurrido. Además, se condenaron las acciones de espionaje de las agencias de inteligencia de Estados Unidos y reiteraron que, de acuerdo con el artículo 14 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de la ONU (1948), el asilo constituye un derecho fundamental y “todo Estado tiene derecho, en ejercicio de su soberanía, de conceder asilo a cualquier persona que lo solicite”, lo que significó respaldo a los países latinoamericanos que ofrecieron asilo humanitario a Snowden.

El balance parece positivo. El camino recorrido para consolidar el eje Brasilia, Buenos Aires, Montevideo, Asunción valió la pena. Actualmente esta integración, comprometida desde su origen con los valores democráticos y la estabilidad política y económica regional, abre sus brazos a recibir nuevos países. No obstante, Brasil, el país líder, pareciera estar al margen de ese liderazgo. Se refleja su dilema histórico: ser o no ser latinoamericano, sin dejar de ser un buen vecino. En los últimos años se ve a un Brasil diplomático, guiado por la excelencia de las tradiciones de Itamaraty, pero pausado. No obstante, esa cadencia no recuperará el tiempo perdido ni la oportunidad histórica. Liderar tiene un costo. Para ser un jugador global coherente debe asumirlo, pero internamente hay renuencias que deben ser concertadas. ¿Qué está ocurriendo?

 

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