MI: Malicia indígena o maligna indiferencia

Felipe Jánica
06 de marzo de 2017 - 02:00 a. m.

Mucho se habla de la malicia indígena (MI). Esa de la que los zafios se escudan por ser un tema arraigado en la cultura latinoamericana de la que no se escapa el país del sagrado corazón. Es cierto, la afirmación de que hay que ser muy creativos para que hacer negocios en Latinoamérica es una realidad. Pero ¿Qué tan creativos hay que ser y que al mismo tiempo se evite caer en la trampa de la MI?

Sin duda los países latinoamericanos sufren de varios males endémicos. Uno de ellos es la malicia indígena. Tratar de divagar acerca de la génesis de la frase podría terminar en estudios e hipótesis que se aproximarían a su causa raíz. Al mismo tiempo podría terminar en el desafío del huevo o la gallina en el que muchos atinarían a la herencia, bien sea de los colonizadores europeos o de los indígenas habitantes de este lado del mundo que aprendieron a no “dejárselas montar” de sus colonizadores. Cualquiera que sea su origen, lo cierto del caso es que seguirá presente hasta tanto no asumámonos las consecuencias de una herencia nefasta y además ligera de pensamiento crítico.

Cambiar la manera de pensar podría iniciar por cosas sencillas. Liderar con el ejemplo es uno de los valores de un buen líder, muchos de ellos en posiciones de liderazgo de empresas colombianas y de paso multilatinas. Se dice que los líderes lo son porque tienen seguidores y no necesariamente en las redes sociales. Si es así, el líder debe ser ejemplo no sólo con lo que dice, piensa y hace dentro de la empresa sino fuera de ella. Si esto es así, entonces ¿Por qué ese líder no se comporta de la misma manera en la calle? Por ejemplo cuando conduce su vehículo o cuando su conductor lo hace.

El ejemplo más cercano a esta incongruencia mental es el saltarse la fila. Los que somos vecinos de Bogotá por ejemplo, somos testigos del creciente tráfico y de sus consecuencias. No por ello, podemos llegar tarde a nuestros compromisos. Es allí donde la MI surge como salvavidas de los retrasos resultando en imprudencias como la de saltarse la fila. En Bogotá hay muchos ejemplos, pero uno en particular me motiva a compartir con ustedes mi experiencia repetitiva en la carrera 11 con calle 100, específicamente antes de llegar a la 100 sentido norte sur. Si usted lo ha vivido podrá ser testigo de la MI o de la maligna indiferencia. Llegar a ese punto antes de las 6:15am es perfecto, pero luego de esta hora, emergen como aparecidos de la nada unos cuantos que evitan la fila y se cuelan por el costado derecho para seguir su rumbo por la 11 al sur. Mientras tanto quienes seguimos en la fila observamos con impotencia el asalto a la cultura ciudadana.

Así como un líder de empresa es permisivo dejando que su conductor haga lo incorrecto o incluso si este líder hace lo propio, está dejando de ser un líder. En el mundo de los negocios la situación no deja de ser similar al de saltarse la fila. Buscar estrategias para tener una mejor posición o dominante en una relación contractual no es hacer lo correcto, más bien es dejar fluir su MI para castigar a la contraparte. Si se sacara provecho de buscar un beneficio común para las partes interesadas mejores serían los resultados y mejor desempeño podrían tener todas las partes involucradas.

En el papel pareciera sencillo, pero la realidad es otra. Así las cosas, no sólo basta con empezar a no saltarse la fila – no sólo en la calle sino en los negocios – sino que hay que hacer veeduría ciudadana y empresarial. Esto es, dejar de hacerse el de la vista gorda cuando las prácticas empresariales y ciudadanas saquen pecho de la MI. El coraje para decir las cosas en los momentos indicados es parte de los valores de los buenos ciudadanos y de empresarios. En la medida que apostemos más por el beneficio común y no por el individual, mejor entorno para hacer negocios tendremos y mejor país región o mundo tendremos para vivir. Dejar de pensar con MI y apuntarle más a los valores compartidos nos conducirá por el camino correcto.

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