Midas en contra flecha

Danilo Arbilla
22 de marzo de 2014 - 04:00 a. m.

¿Por qué no fue Nicolás Maduro a la asunción de mando de Michelle Bachelet? ¿Fue una decisión propia, por temor a no dejar el “puesto de mando” y no muy seguro de tener   todo “ tan bien atado”, como diría Francisco Franco?  ¿Se lo habrán pedido los encargados del “protocolo”, para evitar elementos perturbadores de la paz y ,a la vez, para que la presidenta- la estrella de la ocasión- no tuviera que compartir protagonismos?. 

Si en realidad  “hubo un pedido”, lo respalda  más de una experiencia. Sabido es que a los “popes“ chavistas les gusta ocupar el medio del escenario y robarle la función a quien sea. Ni Hugo Chávez ni su heredero Nicolás –vaya herencia-  han pecado por ser prudentes. Más bien todo lo contrario.

Hay otros casos de pedidos similares,  más recientes y repetidos,   “para no arriesgar resultados”. En su momento se informó que el hoy presidente uruguayo, José Mujica, le pidió a Chávez que cancelara una visita a Montevideo en días previos a las elecciones. Por precaución, sabe. Algo parecido pasó con Ollanta Humala, víctima de  Chávez cuando éste,- siempre tan cuidadosos los chavistas de no interferir en los asuntos internos de otros países, razón por la cual “ reclaman igual trato” para ellos-,  llamó  delincuente de siete esquinas a   Alan García , asegurándole su victoria. En la siguiente elección Humala no quiso que la película se repitiera y con asesores de imagen recomendados por Lula, hizo todo para quitarse el tufo chavista y darse un baño de perfume lulista. Y le fue bien.

Y han habido más casos de gente, que con las mejores intenciones y “ sin ofender” le han pedido a los “ chavisrta” que no los ayuden tanto. Pobres los candidatos de la oposición en Panamá: los insultos de Maduro a Martinelli, de rebote nomás, puede que les cueste un montón de votos. 

Es que Chávez y  su heredero se han convertido en una especie de Rey Midas, aquel  transformaba en oro todo lo que tocaba,  pero al revés.

Quizás  para Maduro, en esto de Chile, como compensación le garantizaron una resolución de respaldo de la Unasur, aunque eso ya se daba por hecho.

Pero con ausencia y todo, alguna manchita le salpicó  a Bachelet. Muchos se preguntan si la reincidente presidenta no estará decidida a dar pasos hacia “el bolivarismo“, en el marco de su anunciada nueva diplomacia dirigida a la región y mirando un poco más al Atlántico.

Más de uno lo da por hecho, pero sin mucha base. Citan  declaraciones de Bachelet sobre el caso Venezuela y un notorio esquive cuando le preguntaron sobre la libertad de prensa en la república bolivariana. Sin embargo Bachelet ha sido cuidadosa en sus decires: “mi administración ofrecerá  apoyo al gobierno y al pueblo de Venezuela para realmente  buscar los cauces democráticos, de diálogo, de paz social…“. Los subrayados son míos, y creo que sirven para remarcar algunos matices. Sin apartarse mucho de ese entrelineado dijo también  que  esperaba “que ese país pueda resolver  sus contradicciones y la de sus diferentes intereses en un camino de paz y diálogo“.  Y no se salió mucho de ahí.

También se le reprocha el voto en la Unasur  apoyando a Maduro. Eso, sin embargo, es en definitiva  lo que vienen haciendo Santos y Humala, y lo que hizo siempre su antecesor Sebastian Piñera, quien  condujo la Celac en su misión de defensa de la democracia, “codo a codo“, dijera Benedetti, con Raúl Castro y que  se acordó de su  obligación de defender los derechos humanos recién en los últimos días de su mandato.

Pero la real inquietud de muchos chilenos tiene otros fundamentos. Por un lado, la necesidad que tiene Bachelet de evitar cualquier mínimo elemento perturbador generado desde afuera, e incluso desde sus propias filas de la Nueva Mayoría, que aliente la agitación social, cuando debe encarar prometidas reformas que van a afectar a muchos y que no es fácil que conformen del todo a los beneficiarios.  El otro motivo que preocupa es su anuncio de mayor acercamiento con los vecinos. Leáse Argentina y Brasil. Y particularmente con este último con quien desde la vuelta a la democracia los chilenos han mantenido unas buenas  pero no muy apasionadas relaciones. Saben los chilenos, sus diplomáticos y muy especialmente sus emprendedores y dinámicos empresarios, que ser demasiado amigo de Brasil  no paga. Brasil es también una especie de Rey Midas, pero con doble efecto: transforma en oro todo lo que toca cuando es para los brasileños, para el resto lo transforma en alguna otra materia,  no precisamente “preciosa”.

 

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