Mocoa

Mauricio García Villegas
08 de abril de 2017 - 02:00 a. m.

Creo que fue Jacob Bronowski, un célebre divulgador científico de los años 70, quien dijo que a la naturaleza no se le domina por la fuerza sino por el conocimiento. Lo que ocurrió en Mocoa tiene mucho que ver con eso; con una falta de previsión originada en una falta de conocimiento.

La tragedia de Mocoa se ha repetido muchas veces en el pasado y todo indica que se repetirá muchas veces más. Digo esto porque la historia de la colonización, sobre todo en el oriente y suroriente del país, ha sido de un desorden destructivo. Dicho apretadamente, esa historia es la siguiente: casi todo el inmenso territorio que hay en esta parte del país era propiedad del Estado (baldíos). Por diversas razones (económicas, sociales y políticas) mucha gente del centro del país empezó a colonizar esos territorios de manera acumulativa, parcela tras parcela y pueblo tras pueblo. Cada colono, sobre todo en las zonas urbanas y en sus alrededores, fue consiguiendo la adjudicación de sus predios y cada pueblo fue creciendo sin orden, sin previsión, sin un proyecto social o comunitario y sin acompañamiento del Estado. De pronto, unas dos o tres décadas después, el Estado se dio cuenta (es posible incluso que ni se haya dado cuenta) de que ya no tenía tierra, de que la selva había sido arrasada y de que buena parte de las construcciones urbanas habían sido hechas en zonas de riesgo, cerca de ríos o de laderas de montañas. De una situación en la que el Estado era dueño de todo y había poca gente, se pasó a otra en donde el Estado no tenía nada y la gente, que había llegado por montones, se había ubicado en zonas de riesgo, en medio de un gran desorden urbano.

A esta falta de planeación histórica se suma una falta de planeación actual. Según datos oficiales, el 63 % de los municipios colombianos no han actualizado su Plan de Ordenamiento Territorial (POT), el 82 % tienen población asentada en zonas de riesgo y el catastro rural está desactualizado en un 60 %. El POT de Mocoa, por ejemplo, llevaba 15 años sin ser actualizado y por eso no tuvo ninguna incidencia en las políticas públicas que diseñaron las autoridades locales. En tales circunstancias, sin información ni capacidad técnica, era imposible prevenir un desastre como el que ocurrió.

Pero si Mocoa hubiese crecido de manera planificada (en terrenos estatales, por ejemplo), según un POT bien concebido, con tierra pública suficiente para ubicar a la gente, la tragedia que ocurrió la semana pasada habría sido considerablemente menor y su costo probablemente mucho menor que el costo de haber planeado. La falta de información y de planeación, que son bendiciones al desorden, salen muy caras.

No hay ningún síntoma de que esto vaya a cambiar. En este país los temas de largo aliento, como la construcción de Estados locales eficientes, previsivos y operantes, no están en la agenda de nadie. Retomando la idea de César Rodríguez en su columna de ayer, la actualización de los POT y del catastro y, en general, el fortalecimiento del Estado local, son cosas tan importantes, o más, que la construcción de carreteras, pero como solo esto último es visible a primera vista y sirve para conseguir votos, los políticos (como el anterior vicepresidente) desestiman aquello (fortalecer el Estado local) y se dedican a lo que es rentable políticamente.

Pensando de nuevo en la frase de Bronowski, si queremos controlar a la naturaleza por medio del conocimiento y no por la fuerza, tal vez lo primero que tenemos que hacer es controlar a nuestros gobernantes para que valoren el conocimiento y la planeación, así eso no produzca votos.

 

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