“¡Muera la opresión!”

Santiago Montenegro
24 de julio de 2017 - 02:00 a. m.

La razón de la cancelación de los conciertos de la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar, de Venezuela, bajo la dirección de Gustavo Dudamel, que estaban programados para esta semana en Bogotá, se justificó por problemas de logística. La verdadera razón quizá nunca la sepamos, pero muy seguramente se debió al temor de las autoridades de los dos países a que los conciertos se transformaran en actos de protesta contra la dictadura y a favor del retorno a la democracia.

Después de todo, esta misma semana Dudamel hizo público en El País de España un documento en que, sin dejar ninguna duda, se distancia del desgobierno de su país, defiende en forma contundente la actual Constitución y exige la cancelación de la convocatoria a la mal llamada Asamblea Constituyente. De igual forma, el director de orquesta, que vive en Los Ángeles, en donde dirige su orquesta sinfónica, condenó la violencia de las fuerzas de seguridad contra los manifestantes, que ha dejado ya casi un centenar de víctimas. Aunque la dictadura es autista y no le va a hacer caso, el pronunciamiento de Dudamel es muy significativo, no solo por venir de uno de los grandes músicos latinoamericanos de todos los tiempos, sino porque él mismo fue un declarado chavista y convencido de su programa de gobierno y de sociedad.

Lo que no sabemos aún es si personas como Dudamel y otros defraudados del régimen creen que lo que falla es el actual gobierno o si se han convencido de que el problema real es el modelo chavista.

Porque, después de tantos años, no debería haber ya dudas. El problema de Venezuela no es de incompetencia de dirigentes como Chávez, Maduro o Cabello. El problema de fondo es la concepción de sociedad y Estado que vislumbró Chávez al tratar de implantar en Venezuela una dictadura como la de Cuba. Es cierto, en Venezuela no hubo una Sierra Maestra, no hubo una toma violenta del poder. El camino escogido fue la vía electoral y la suposición de que el precio del petróleo se quedaría indefinidamente en más de US$100 por barril. Con esa plata se compró todo, hasta gobiernos títeres que siguen apoyando al régimen en los escenarios internacionales. Pero el proyecto era muy claro: estatización de la economía, partido único, cierre de medios de comunicación críticos, cárcel para los políticos opositores, militarización de la sociedad, entrega de puestos claves a funcionarios cubanos, apoyo a la guerrilla colombiana y delación de sospechosos.

Es, quizá, inútil enfatizar y recordar, una vez más, los desastrosos resultados que ha producido ese modelo en todos los órdenes. Pero quizá sí es útil señalar como una metáfora cruel el contraste entre lo repuestos que se ven Nicolás Maduro y Diosdado Cabello, tan obesos que parecen no caber en sus camisas y pantalones, y los resultados de la Encuesta de Condiciones de Vida, la cual señaló que, en promedio, el 75 % de los venezolanos perdieron en 2016 unos nueve kilos de peso.

Esperemos que, más pronto que tarde, Gustavo Dudamel y la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar regresen a Bogotá y puedan interpretar, no sólo a Tchaikovsky, sino que, ya derrotada la dictadura, juntos podamos todos entonar el “Gloria al Bravo Pueblo” y, para que jamás regrese la tiranía a ninguno de nuestros países, enfaticemos el verso “¡Muera la opresión!, compatriotas fieles, la fuerza es la unión”.

 

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