Muerte y reducciones de impuestos

Paul Krugman
25 de febrero de 2017 - 04:36 a. m.

Por todo Estados Unidos, los republicanos se han estado enfrentando a multitudes que exigen saber cómo van a proteger a 20 millones de estadounidenses que obtuvieron seguro médico gracias a la Ley de atención asequible y lo perderán si la derogan. Y después de todas esas vituperaciones en contra de los males del Obamacare, resulta que no tienen nada. En su lugar, están hablando de libertad, lo cual, hoy, es el verdadero refugio de los sinvergüenzas.

De hecho, muchos republicanos prominentes ni siquiera han llegado al punto de tratar de responder a las críticas; solo se están quejando de lo malos qué tan están siendo sus electores e invocando teorías de la conspiración. ¡Hablando de los prejuiciados intolerantes (“snowflakes”) que son hirientes, pero no se aguantan cuando se sienten aludidos!

Por tanto, el representante Jason Chaffetz insistió en que la indignación popular solo es “un intento pagado para agredir e intimidar”; Sean Spicer, el secretario de Prensa de la Casa Blanca, dice que todas las manifestaciones contra Trump son “un movimiento totalmente pagado”. Y el tuitero en jefe declaró enojado que “activistas liberales planearon las protestas”, porque, ¿qué puede ser peor que la acción política de los políticamente activos?

Sin embargo, quizás el espectáculo más triste sea el de Paul Ryan, el presidente de la Cámara de Representantes, a quien los medios han descrito durante años como un conservador serio y honesto, un pensador profundo de cómo reformar la red de seguridad de Estados Unidos. Esa reputación nunca estuvo justificada; no obstante, hasta quienes, de tiempo atrás, lo identificamos como un timador, nos ha impactado su fracaso absoluto para estar a la altura de la ocasión.

Tras años para prepararlo, por fin, Ryan desveló lo que supuestamente es la guía de un plan de atención de la salud. Básicamente, fue una broma de mal gusto: créditos fiscales únicos, sin relación al ingreso, que podrían aplicarse en la compra del seguro.

Estos créditos serían, obviamente, inadecuados para las familias de menores ingresos y hasta para las de ingresos medios que obtuvieron la cobertura con el Obamacare, así es que causaría un enorme aumento en la cantidad de no asegurados. Entre tanto, los acaudalados recibirían unos buenos beneficios extraordinarios. Chistoso cómo eso parece suceder en cada plan que propone Ryan.

Eso fue la semana pasada. Esta semana, quizás al percatarse qué tan parejo cayó su esfuerzo, empezó a tuitear sobre la libertad, a la que definió como “la capacidad de comprar lo que se quiera que satisfaga lo que se necesita”. ¡Denme soberanía del consumidor o denme muerte! Y el Obamacare, declaró, es malo porque priva a los estadounidenses de esa libertad, porque hace cosas como establecer estándares mínimos para las pólizas de seguro.

Yo dudo mucho que esto vaya a volar, ahora que los estadounidenses comunes están empezando a darse cuenta exactamente de cuán devastadora sería la pérdida de la cobertura. Sin embargo, que conste que les recuerdo a todos lo que hemos estado diciendo durante años: cualquier plan que haga que la atención esencial sea asequible para todos tiene que conllevar algunas restricciones en las opciones.

Supongamos que se quiere hacer que el seguro sea asequible a personas con condiciones preexistentes. No es posible solo prohibirles a las aseguradoras que discriminen con base en su historia clínica; si se hace eso, las personas sanas no se inscribirán mientras no se enfermen. Así es que se tiene que hacer obligatoria la compra del seguro, y se tienen que proporcionar subsidios a las familias de menores ingresos para que puedan pagar las pólizas. El resultado final de esta lógica es… Obamacare.

Y otra cosa más: las pólizas de los seguros deben satisfacer un estándar mínimo. De lo contrario, las personas sanas comprarán las pólizas baratas con una cobertura estrecha y deducibles enormes, que es, básicamente, lo mismo que no comprar ningún seguro.

Así es que sí, el Obamacare restringe algo las opciones; no porque unos burócratas metiches quieran manejarles la vida, sino porque son necesarias algunas restricciones como parte de un paquete que, de muchas formas, libera a los estadounidenses.

La reforma sanitaria ha sido una experiencia enormemente liberadora para millones. Quiere decir que los trabajadores no tienen que temer que renunciar al empleo en una compañía grande significará perder la cobertura médica y que los emprendedores no tienen que temer a volar con sus propias alas. Significa que esos 20 millones de personas que obtuvieron la cobertura no tienen que temer a la ruina financiera, si se enferman, o a un muerte innecesaria, si no pueden pagar el tratamiento. Ya que no hay una verdadera duda de que el Obamacare está salvando decenas de miles de vidas cada año.

Entonces, ¿por qué los republicanos odian tanto al Obamacare? No es porque tengan mejores ideas; como hemos visto en las últimas semanas, se presentan con las manos vacías a “remplazar”, esa parte del “revocar y remplazar”. No es, siento decirlo, porque estén profundamente comprometidos con el derecho de los estadounidenses a comprar la póliza de seguro que prefieran.

No, principalmente, odian al Obamacare por dos razones: demuestra que el gobierno puede hacer que la vida de las personas sea mejor y se paga, en gran medida, con los impuestos a los ricos. Su objetivo predominante es hacer que desaparezcan esos impuestos. Y, si conseguir esos recortes fiscales significa que bastantes personas terminen muriéndose, recuerden: ¡libertad!

2017 New York Times News Service

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