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Muros, fronteras, un domo y refugiados

Thomas L. Friedman
13 de septiembre de 2015 - 03:34 a. m.

Después de que Donald Trump propuso la construcción de un muro alto a lo largo de toda la frontera entre Estados Unidos y México, el gobernador de Wisconsin, Scott Walker, para no ser superado, esencialmente dijo: “Veo su muro y le aumento otro”, declarando que también era “legítimo” considerar la construcción de un muro a lo largo de la frontera de 8.889 kilómetros entre EE. UU. y Canadá.

Bien, veo sus dos muros… y subo a un domo.

Así es. Creo que no deberíamos solo erigir muros en ambas fronteras, sino también un domo retráctil sobre todo el país y, para aprovecharlo, también explotemos nuestros puertos; como sugirió Lindsey Graham en broma, criticando a sus colegas republicanos que aspiran a la Presidencia, obsesionados por un muro.

Lo sé, la propuesta de Walker es una locura. Pero, ay, los temores de que él y Trump estén sacando provecho de este tema del muro no son locuras: se están moviendo algunas placas tectónicas muy grandes, y la gente lo siente bajo los pies. El mundo está siendo dividido nuevamente en regiones del “orden” y “desorden” y, por primera vez en mucho tiempo, no tenemos una respuesta para toda la gente moviéndose en tropel para salir del mundo del desorden y entrar al mundo del orden.

Sin embargo, al estar rodeado por dos océanos y democracias amigables en México y Canadá, efectivamente Estados Unidos se ve menos afectado por esta nueva era. (El flujo migratorio neto de México a EE. UU. actualmente es cero). De hecho, deberíamos seguir mejorando nuestra integración económica con nuestros dos vecinos en formas que puedan volver a las tres naciones más estables y prósperas.

Es la razón, cuando se trata de nuestras fronteras, por la cual favorezco sólo altos muros con grandes puertas: sí, control de las fronteras, pero con verjas más eficientes que mejoren la inversión, normas en común, comercio, turismo y oportunidad económica en los tres países. Nada nos volvería más seguros. Cuando se trata de nuestros vecinos, Trump y Walker están haciendo que los estadounidenses tanto teman como se atonten, puramente por fines políticos.

Pero, si cualquiera de estos hombres se estuviera postulando para un cargo de elección popular en Europa actualmente, su posición sobre muros por todas partes estaría recibiendo una gran audiencia, a medida que masas de refugiados de los mundos del desorden de África y Oriente Medio intentan caminar, nadar, navegar, conducir, ser transportados en autobús y tren hasta el mundo del orden de Europa.

Y esto es tan solo el comienzo. Eso se debe a que las tres mayores fuerzas sobre el planeta —Madre Naturaleza (cambio climático, pérdida de biodiversidad y crecimiento poblacional en países en desarrollo), la ley de Moore (la duplicación constante en el poder de microchips y, más ampliamente, de la tecnología) y el mercado (globalización enlazando al mundo cada vez más intrincadamente)— están en una rápida aceleración simultánea.

Esta combinación está tensionando a países fuertes y destruyendo a los débiles. Y los que se están desintegrando primero son aquellos que son los más artificiales: sus fronteras son líneas mayormente rectas que no corresponden a una sola realidad étnica, tribal o religiosa y sus líderes, en vez de crear ciudadanos con los mismos derechos, desperdiciaron los últimos 60 años saqueando sus recursos nacionales. Así que, cuando se quitan sus puños de hierro (en Libia e Irak con nuestra ayuda), no hay nada que mantenga unidos estos polígonos antinaturales.

Desde la II Guerra Mundial, la política exterior de Estados Unidos se ha centrado en integrar a más países en una comunidad mundial y democrática de libre mercado, erigida sobre el Estado de Derecho, al tiempo que se busca disuadir a los Estados que se resisten a desestabilizar al resto. Esto es lo que sabemos hacer.

Sin embargo, argumenta Michael Mandelbaum, autor del libro próximo a salir Misión fracaso: Estados Unidos y el mundo en la era de posguerra fría: “No hay nada en nuestra experiencia que nos haya preparado para lo que está ocurriendo ahora, el colapso de un número creciente de Estados, todo al mismo tiempo en un mundo globalizado. ¿Y qué tal si China empieza a quebrarse en un mundo globalizado?”.

Históricamente, hemos dependido de imperios, como los otomanos; potencias coloniales, como Gran Bretaña y Francia, y autocráticos caudillos, como reyes y coroneles, para mantener unidos Estados artificiales y suministrar orden en estas regiones. Sin embargo, estamos ahora en un mundo postimperial, poscolonial y pronto, creo, posautoritario, en el cual nadie será capaz de controlar estas regiones desordenadas con un puño de hierro mientras el mundo del orden siga con sus asuntos como mejor puede, con ocasionales recordatorios del ofensivo desorden en sus fronteras.

El corazón duele por los refugiados sirios huyendo en tropel a Europa. Además, resulta asombrosa la generosidad de Alemania al absorber a tantos. Tenemos una obligación especial con refugiados libios e iraquíes. Pero, con tantos países colapsando, no es sostenible tan solo absorber más y más refugiados.

Si somos honestos, sólo tenemos dos formas de detener esta oleada de refugiados, y tampoco queremos elegir: construir un muro y aislar a estas regiones de desorden, u ocuparlas con botas en el terreno, aplastar a los tipos malos y construir un nuevo orden con base en la verdadera ciudadanía, vasto proyecto que tomaría dos generaciones. Nos engañamos diciendo que existe una tercera vía, fácil y sustentable: tan solo seguir recibiendo más refugiados o crear “zonas de exclusión aérea” aquí o allá.

Si se está decidido, se procuran los medios. Y justo ahora nadie quiero procurar los medios, porque todo lo que se gana es una iniciativa de ley. Así que el mundo del desorden se sigue derramando al mundo del orden. Y cuidado: el mercado, Madre Naturaleza y la ley de Moore tan solo están calentando sus motores. Usted no ha visto esta obra antes, razón por la cual tenemos algunas cosas nuevas que pensar realmente bien y duras decisiones por delante.

 

* Columnista de The New York Times.

 

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