Nadie puede subsistir de puro milagro

Tatiana Acevedo Guerrero
22 de abril de 2017 - 04:53 a. m.

A mediados de los años 50, en el contexto de violencia bipartidista, un grupo de liberales escribió a la dirección del partido en Bogotá, pidiendo protección y ayuda. “Teniendo en cuenta que somos, ante todo muy pobres, hemos creído conveniente dirigirnos a vosotros en el sentido muy claro de que nos proporcionéis ayuda y trabajo a la mayor brevedad posible” afirmaron. Contaron también sobre las dificultades y costos de la vida en el municipio y sobre la precariedad de su situación: “Bien comprenderéis jefes ilustres la vida está muy cara en Tumaco, nadie puede subsistir de puro milagro (…) hemos caído y necesitamos pan y abrigo para nuestros hijos”.

Con el Frente Nacional, el liberalismo de la región se recuperó y en Tumaco se afianzó la familia Escrucería desde la década del 60. Samuel Escrucería fue elegido siete veces congresista y su parentela extensa se expandió en cargos públicos y de elección popular. A diferencia de sus copartidarios de otrora, estos liberales contaron con una situación económica holgada. Tan holgada que casi todos se vieron luego implicados en procesos penales, por robo de los bienes públicos, corrupción de alto vuelo y narcotráfico. El municipio, además, era otro. Pese a que persistían la precariedad y la falta de opciones para las mayorías, habían surgido las guerrillas (y en los campos aparecían los cultivos de coca).

Las Farc y el Eln hicieron presencia en la región en los 80. El Eln con el frente Comuneros del Sur y las Farc con el frente segundo en el Nudo de los Pastos, el octavo, el 29 en el Piedemonte costero (con la columna móvil Omar Quintero en Tumaco) y el 64 desplegado en la frontera entre Nariño y Cauca. En su cadena de expansión , Carlos y Vicente Castaño vendieron franquicias paramilitares a narcotraficantes y empresarios en la zona. Bajo la tutela inicial de alias don Berna, el bloque Libertadores del Sur, que controló Tumaco, combinó la violenta limpieza social con el control de las salidas al mar y a los ríos Mira y Patía. Además de regular el narcotráfico (se enfrentaron con la guerrilla por el control de los cultivos), este bloque logró el acaparamiento de tierras, para la palma y la minería. Según describe la audiencia de imputación de cargos contra alias Pablo Sevillano, pese a posar de antisubversiva, esta franquicia paramilitar se concentró en el asesinato, desplazamiento y desaparición de cientos de campesinos en esta región del país.

Tras la desmovilización paramilitar se ha venido reacomodando la vida cotidiana, con las guerrillas tratando de recuperar espacio y los nuevos grupos criminales entrando en la escena (con las armas y muchos de los miembros del Libertadores del Sur). Las Autodefensas Nueva Generación, las Águilas Negras, los Rastrojos, las Autodefensas Gaitanistas. Todos, grupos armados criminales posdesmovilización, se han enfrentado y unido según la necesidad. Como los planes Colombia y Patriota se centraron en Caquetá y Putumayo, narcos profesionales y comunidades cocaleras se movieron hacia Tumaco en las dos últimas décadas.

El asesinato en Tumaco de Luis Alberto Ortiz Cabezas, guerrillero de las Farc, beneficiado con el indulto, está enmarcado en esta historia de propagación de grupos criminales trabajando al mejor postor: acabándose, volviendo a aparecer con distintos nombres. Y con distintos hombres jóvenes que salen y vuelven a las cárceles De acuerdo con autoridades locales, Ortiz fue asesinado por el narcotraficante Renol, miembro del relativamente nuevo “Clan del Golfo”, que controla cultivos ilícitos en cientos de hectáreas vecinas. Además de un momento de desmovilización de las Farc, este es también uno para reconocer el fracaso casi perfecto de la desmovilización paramilitar en el sureste del país.

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