Náusea seca

Aura Lucía Mera
20 de junio de 2017 - 03:15 p. m.

Recuerdo ese verso inmortal de Unamuno: “Y Dios hizo al hombre, y con el hombre la maldad y la pena”. Repaso una vez más las noticias y los acontecimientos que a diario estremecen el alma.

Ese odio. Esa ira interna. Esa sed de venganza. Esa incapacidad de perdonar. Ese rechazo a querer lograr vivir en paz. Esa incapacidad de querer cambiar. Esa intolerancia asesina. Esa polarización extrema que nos impide mirarnos de frente, darnos la mano para entre todos trabajar por un país diferente. Esa soberbia que nos empuja una vez más a un abismo sin fondo. Esa ceguera fundamentalista que pisotea, fragmenta y hace trizas la esperanza.

Un petardo que estalla dentro de un baño de mujeres en un centro comercial un sábado, segando la vida de tres jóvenes y sembrando el terror. El hijo de una amiga del alma asesinado en su apartamento. Un joven en un barrio popular, víctima de varios balazos por intentar mediar en una pelea. Ley seca en todo un departamento por un partido de fútbol. Una voladura de una tubería petrolera. Desapariciones y asesinatos de lideres sociales.

¿Somos un país maldecido y destinado a odiarnos y matarnos? ¿Somos adictos a la sangre? Las castas políticas, los resentimientos individuales, la incapacidad de la clase dirigente de asumir su responsabilidad social en esta espiral de violencia e inequidad, seguirán intocables.

¿Existen muertos de segunda? ¿Los jóvenes guerrilleros no tendrán cabida en nuestra “sociedad”? ¿Están condenados a ser parias para siempre? ¿Seguiremos siendo un país esclavista, donde la mayoría de la población está condenada a vivir en la pobreza mientras una minoría se enriquece cada vez más? ¿Todo aquel que tenga conciencia social está etiquetado de enemigo y comunista?

Siento que me dominan las arcadas de una náusea seca. Quisiera expulsar todo el asco y el rechazo que me enferman el alma cuando leo las posverdades que incitan al odio, que siembran el miedo, que señalan a los “malos” y se autodenominan “salvadores” que están manipulando, en nombre de Cristo, una violencia pseudorreligiosa, peligrosa y manipuladora.

Miro el cielo estrellado, infinito, grandioso, misterioso... indiferente a la maldad que tenemos, incrustada en este minúsculo país perteneciente a un planeta diminuto sin luz propia, habitado por monstruos depredadores y soberbios, cuya única misión pareciera ser la destrucción entre ellos mismos y la destrucción de su entorno.

Arcadas. Náusea seca. Asco. Impotencia. ¿En qué momento perdimos todos los sentimientos de amor, perdón, reconciliación, honestidad, humildad y valor para cambiar? ¿En qué momento le vendimos el alma al diablo disfrazado de riqueza, poder, dinero y venganza? Miro el cielo por última vez. Las estrellas se han ido. Solo queda la oscuridad absoluta. Trato en vano de buscar una chispita de luz para no perder del todo la esperanza de vislumbrar de nuevo el amanecer.

Posdata: Muere Iván Fandiño. Torero valiente, hecho a pulso. Un toro le atraviesa el pulmón. Leo los tuits de los antitaurinos: “Bien muerto, hijueputa. Viva el toro... alegría de saber que ya está cadáver este asesino... ojalá se murieran todos”. Sin comentarios.

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