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No echaremos de menos...

Andrés Hoyos
18 de febrero de 2015 - 04:07 a. m.

... La maledicencia, la pequeñez, el rencor, los golpes bajos y la exaltación de la venganza de esta época.

 El hijo avivato de un expresidente revanchista y enceguecido por el odio entra a saco en la honra de un antiguo profesor, hoy enfermo, que tiene el descaro, habrase visto, de convocar a una marcha por la vida. Este profesor es un paniaguado, un tramposo, un vendido que sólo piensa en el vil dinero. Hombre, que mejor convoque a una marcha por la muerte y ahí vemos. Otro, un columnista, juega con el suicidio del hijo de un exguerrillero y se vale de la tragedia para hacer politiquería de la más baja estofa. Hasta merecido se lo tenía, ¿o acaso no causó víctimas en su momento? Al que medio se sale de la foto le inician un linchamiento por redes sociales. El profesor Moisés Wasserman lo sintetiza así: “Estamos en una orgía de antropofagia y nadie quiere quedarse sin pegar un buen mordisco”.

A los iracundos les da igual contradecirse; no rectifican, no dan explicaciones, no piden excusas. ¿Qué querían, que tratáramos a nuestros enemigos con algo de compasión? Y pensar que se dicen cristianos.

Ahora se critica un estornudo. A la Asobancaria no le gusta el billete de 100 mil pesos. ¿Por qué? Da razones baladíes. El Colombiano hace el ridículo despidiendo a un columnista por citar a la Biblia. Se vive un gran resentimiento colectivo y hay histeria en el ambiente. Es común comparar crímenes, como si la existencia de alguno peor que el cometido por nuestro defendido fuera un atenuante. Y claro, ya que no deja de haber por ahí gente pésima, asesinos y violadores de niños, ser apenas malvado, rastrero o ruin no importa tanto. Cualquiera que haya sufrido un agravio en el pasado —y en la categoría cabemos casi todos los colombianos— convierte su resentimiento en una cruzada que se debe llevar hasta las últimas consecuencias. Nada que no sea la venganza completa sirve. No pocos columnistas que alguna vez fueron equilibrados ventilan a voz en cuello los males de la paz, sin explicarnos por qué la guerra es mucho mejor. Distintos medios —éste entre ellos— sufren ataques por no hacer de caja de resonancia a los iracundos. ¿Preludio de lo que pasaría si vuelven al poder?

Algunos aquí están tan acostumbrados a la guerra, que les parece natural y barata. La paz, en cambio, ¡es tremendo despilfarro! Pues bien, a riesgo de que Mauricio Vargas me diga pendejo, yo creo que gastar millones en la paz es de lejos preferible a gastar billones en la guerra. Uno tiene la impresión de que un trozo muy grande de la sociedad se resiste a dejar el pasado atrás, como si fuera un vicio, como si se hubieran acostumbrado a vivir contando bajas. El pasado es cualquier cosa, menos una prisión. No se vale que nos quieran encerrar en él.

Las razones profundas de Uribe, el gran animador de esta cruzada de intolerancia, nada tienen que ver con la negociación de paz. Está archidemostrado que él mismo quería emprender en su momento un proceso igual al actual o hasta más laxo. Lo que en realidad busca ahora es proteger a sus alfiles del castigo que de todas maneras les viene por los desafueros que cometieron bajo su égida y piensa que la mejor defensa es el ataque, incluso el ataque suicida. Sin embargo, la suerte está echada, pues lo que en últimas pide la extrema derecha es que se hunda el proceso de paz por temor a ellos. Estaríamos locos si lo permitimos.

 

 

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