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No más venecos malucos

Catalina Uribe Rincón
20 de agosto de 2015 - 03:29 a. m.

DURANTE LAS DÉCADAS DE 1930 Y 1940 cerca de 300.000 europeos de origen judío migraron de sus países de residencia para salvarse de los nazis.

Aunque muchos de ellos escogieron Latinoamérica como destino, Colombia fue de las naciones más cerradas. Mientras a Argentina y Brasil entraron 45.000 y 25.000 judíos, a Colombia ingresaron tan solo 6.000. Esta cifra no es extraña si se tienen en cuenta los debates políticos de la época. El expresidente Laureano Gómez, por ejemplo, no sólo utilizó el periódico El Siglo para referirse negativamente a estos inmigrantes, sino que lideró un plebiscito para expulsarlos. La discusión que tomó lugar en el Congreso fue vergonzosa.

La semana pasada fue noticia que Yeison Ariza, candidato al Concejo de Cúcuta por el Partido Liberal, lideró una campaña en redes sociales en contra de los inmigrantes venezolanos. Con frases como “chao malandro” y “no más venecos malucos”, Ariza pretende llamar la atención sobre la delincuencia que supuestamente está cruzando la frontera. Esta nueva iniciativa xenófoba va muy en línea con lo que ha sido la actitud de los colombianos frente a los extranjeros en el transcurso de la historia. No solamente hemos caído en actitudes fanáticas y hostiles con quienes pretenden entrar al país, sino que además nos encargamos de que todo trámite relacionado con visas de trabajo sea una pesadilla.

Es triste que, siendo nosotros quienes más hemos sufrido con las consecuencias de lo que implican los estigmas y estereotipos de ser colombiano, los empleemos con nuestros vecinos. Más aún habiendo vivido una época en la que muchos de nuestros compatriotas tuvieron que empacar su vida en dos maletas y huir de la violencia. Aunque no por tratar bien a otros nos van a tratar bien a nosotros, algo de simpatía debe resultar del histórico rechazo al colombiano. Claro, no es en vano que en el exterior nos asocien con el tráfico de drogas y por ende con el crimen organizado. Las generalizaciones no nacen de la nada. Pero también es cierto que la amplia mayoría de las veces son falsas.

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