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Nobel

Juan David Correa Ulloa
24 de septiembre de 2012 - 11:00 p. m.

El premio Nobel de Literatura se anunciará el próximo 10 de octubre en la Feria del Libro de Fráncfort. Dice Ladbrokes, una baloto de los premios, que el más seguro ganador, según las apuestas, es el japonés Haruki Murakami.

 He leído buena parte de su obra, la he disfrutado, he sonreído con algunas de sus páginas, e incluso he cerrado libros suyos por considerarlos tediosos. Haruki Murakami es el escritor que debe ser: sus tramas conjugan Occidente y Oriente dándonos la sensación de que habitamos un mundo acuoso y próximo. Uno se siente cómodo leyéndolo, pero no pesa mucho entre las manos. Algunos de sus personajes son memorables, pero por razones ajenas a ellos mismos, y más por las tonadas que los acompañan.

Dentro de los once primeros lugares, antepondría Murakami a Bob Dylan, en el segundo lugar, por su poesía, sus canciones, su manera de estar en el mundo y sus memorias, Crónicas, que nadie debería perderse. A Cees Noteboom, cuarto en la lista, un escritor extrañísimo, con tramas que existen en el lenguaje solamente, y libros de no ficción que recuerdan a Orwell viajando por España, en El desvío a Santiago, o las increíbles Philip en Anderen y El día de todas las ánimas; a Ismail Kadaré, un escritor albano estupendo que se ha ocupado de la tragedia humana en el siglo XX con novelas fundamentales como Abril quebrado o El nicho de la vergüenza; a Philip Roth, noveno en la lista, pues muchas de sus novelas merecerían, ellas solas, todos los premios: de Pastoral americana a Némesis, las suyas son verdaderas exploraciones de la sexualidad masculina —y del poder, por supuesto—.

Luego están dos de mis favoritos: Cormac McCarthy, quizá con JM Coetzee el escritor más duro y seco que ha producido la segunda mitad del siglo XX, tan elegante como brutal en novelas como La carretera y Meridiano de sangre; además de Amos Oz, un escritor judío cuyos libros son de una belleza rara: los personajes y las voces de Un descanso verdadero, Una pantera en el sótano, No digas noche, entre muchas otras, pesan, en verdad, en la conciencia del lector. Se verá si las apuestas tienen la razón, o un poeta como Adonis, también postulado, deja a los novelistas con la boca abierta.

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