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¿Nos preocupamos? No… ocupémonos

Felipe Jánica
14 de septiembre de 2015 - 03:23 a. m.

Muchas expectativas ha generado la turbulencia económica mundial.

Por estos días, Colombia afronta una creciente y casi imparable inflación, una devaluación que apenas comienza y que podría generalizarse producto de su correlación con el precio del petróleo que aún no toca su piso. Es por eso que en la arena internacional estamos dando de qué hablar y no necesariamente de manera halagüeña. ¿Debemos preocuparnos?

En un caldo de cultivo se ha convertido la situación económica actual, en la que cada día afloran oráculos, chamanes y hasta magos que intentan predecir qué va a pasar con la economía mundial y con la colombiana. Me refiero a quienes invierten tiempo pensando, escribiendo y/o tertuliando sobre lo que va a pasar con el precio del petróleo, consecuentemente con la TRM por estar correlacionados (índice R^2 muy cercano a 1). Por otro lado, a mi juicio se está invirtiendo tiempo valioso en la revisión de las actuaciones pasadas, tanto políticas como económicas, donde sin duda el R^2 sí que es 1, pues no se puede desligar la economía de la política y viceversa. Las revisiones de las actuaciones de los gobiernos de turno en materia económica, la mayoría de las veces se convierten en críticas y no propiamente constructivas. Si bien la historia hace parte fundamental de cualquier análisis, hacer un uso excesivo de ello, significa gastar energía en lo que realmente debería ser importante. Por ejemplo, en materia de resultados financieros de las empresas, los resultados financieros son el principal insumo de las asunciones al momento de presupuestar. No obstante, cuando se hacen presupuestos o pronósticos, es necesario que se revisen en tiempo real la ejecución con el propósito de afinar y corregir las desviaciones, es decir que sea iterativo. Eso es lo que se conoce como presupuesto kayzen. Pero lo realmente importante de cualquier presupuesto es que si no hay ingresos o ventas, no hay proyección que valga. En palabras castizas, estamos embebidos, y sin darnos cuenta, en las críticas de las decisiones pasadas. Por otro lado estamos cayendo en la peligrosa arena movediza de la predicción de variables exógenas, que como sabemos no controlamos. En su defecto, la mejor manera de predecir el futuro es ocupándose del hoy y del ahora. La pregunta entonces en qué nos debemos ocupar hoy en Colombia.

En el campo empresarial, los directivos y sus colaboradores deben revisar su estrategia y si ella se soporta en un plan estructurado. Contar con una estrategia empresarial no garantiza el éxito y sostenibilidad de las empresas y sus colaboradores. Pero si la tienen establecida y divulgada, se minimizan los riesgos que atentan con logro de la misma. En el caso de los ciudadanos de a pie, debemos pensar y actuar de manera disruptiva, es decir debemos desafiarnos en materia de lo que hacemos hoy día por ser exitosos. Si somos empleados debemos retarnos por aportar nuestro potencial a las organizaciones a las cuales prestamos nuestro servicio, pero sobre todo hacerlo con mucha pasión. En el caso de los emprendedores, el reto es hacer lo que realmente los apasiona. Pero no basta sólo con eso, los emprendedores colombianos deben invertir tiempo en innovación de caras a potencializar su producción y hacerla más competitiva no sólo en la arena local sino de caras al comercio internacional. Es que debemos aprovechar las oportunidades en materia de comercio internacional como producto de los TLC que en la actualidad tenemos. De esta manera podremos hacer mayor peso en el lado positivo de nuestra balanza comercial que cada día nos jala al negativo. Ocupémonos entonces en lugar de estar preocupándonos.

 

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