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Nosotros los manipulados

Reinaldo Spitaletta
05 de noviembre de 2012 - 11:00 p. m.

Otra vez, el poder de los medios. Ellos, los medios, nos dicen qué debemos comprar, a quién amar, por quién llorar.

Se meten en nuestra conciencia, nos esclavizan, nos vuelven “ropita de trabajo”, como diría una señora. Somos los nuevos zombis producidos más que por los medios en sí mismos, por la propaganda. Y los relacionistas públicos al servicio del poder.

Cómo interpretar, por ejemplo, el estado de alienación absoluta al que ha llegado un pueblo, como el norteamericano, cuando el concepto de felicidad lo reduce al de consumo. Si tienes con qué comprar, esa será tu dicha. Pasó hace un tiempo en una promoción de supermercado gringo. Iban a feriar mercancía. Los compradores hacían fila desde la madrugada. Y cuando abrieron, la estampida. La gente enloquecida para alcanzar la ganga.

Un trabajador quedó en el piso, arrollado por la multitud. Y cuál sería el estado de insensibilidad de aquella turba que le importó un pepino el cadáver. Seguía pasando por encima. Y cuando llegaron los paramédicos a llevarse el cuerpo a la morgue, tampoco les permitieron pasar. “Yo estoy aquí desde muy temprano y no voy a perder mi puesto para que se lleven un muerto”, dijo alguien, que tal vez pensaba más en aspiradoras de bajo precio que en la suerte de un obrero de hipermercado.

Y todo esto para decir cómo, en el caso de una de las sociedades más “informadas” que hay, la estadounidense, los medios de comunicación, al servicio de intereses mezquinos, han promovido la manipulación de los públicos. Ya no se trata, en el cuento de la prensa, de un “cuarto poder” fiscalizador, sino de otro más, prosternado ante los dueños del mundo. Habría ejemplos mil para demostrar cómo, junto con la CIA y compañías de mercenarios de las relaciones públicas (como la Rendon, por ejemplo), han engañado a la ciudadanía.

Bastaría con recordar el montaje preparado por Washington para invadir a Irak. Cómo convirtieron en enemigo a uno de sus viejos aliados, con base en mentiras sobre la posesión de armas químicas, con noticias falsas sobre un presunto ataque nuclear iraquí a los norteamericanos. Y para esto –y mucho más- utilizaron los medios de comunicación. Todos se prestaron para la farsa. Incluso, miles de soldados norteamericanos se creyeron salvadores del pueblo iraquí, al que le iban a llevar “libertad y democracia”. Ya tenían el cerebro lavado.

Dentro de las puestas en escena de la Casa Blanca y la CIA, que se apoyaron en relacionistas públicos, estuvo aquella del derrumbamiento de una estatua de Saddam Hussein. Puras comparsas contratadas para mostrar una falsa imagen y decir que el pueblo de Irak estaba contentísimo con la intervención. O aquella invención de una “Rambo”, presuntamente prisionera de iraquíes y que los salvadores norteamericanos rescatan: la soldado (¿o soldada?) Jessica Lynch. Ese mismo día, la orquestación urdida por Washington, sirvió para ocultar el ataque gringo al Hotel Palestina (mataron a un periodista árabe y destruyeron las instalaciones del canal Al Yazira) además de bombardear la ciudad. La prensa se dedicó al show de la Lynch y tapó lo demás.

Uno de los primeros asaltos a la llamada opinión pública, es el manejo de la percepción. Y nada mejor para ello que utilizar los medios de comunicación. Pasó, hace años, con la célebre comisión Creel que tornó en belicista al pueblo norteamericano en la Gran Guerra. El presidente Woodrow Wilson realizó el más grande montaje propagandístico con relacionistas públicos. Había que inventarse un enemigo (en ese caso, los alemanes). Y Hollywood, los periódicos, la escuela, y hasta los Boy Scouts, todo sirvió para la “causa” norteamericana de entrar en la guerra. Los nazis, más tarde, sí que aprendieron de las enseñanzas de Creel y Wilson.

En el caso de Irak, recordemos que la infraestructura petrolera iraquí no fue arrasada, porque era el gran botín de los invasores. Qué importaba matar a más de un millón de iraquíes y acabar con tesoros culturales, si los héroes de la libertad se quedarían con todo, incluida la empresa de reconstrucción (un negocio altamente lucrativo). Y los medios le hacían creer a la gente que se trataba de una operación de democracia.

Los medios siguen engrupiéndonos. Nos crean mundos ilusorios. Y nos convierten en marionetas. ¿Qué hacer? Tal vez nada, sólo esperar las promociones de Walmart. 

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