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La nostalgia de Capote

Juliana Muñoz Toro
04 de septiembre de 2015 - 03:30 a. m.

¿Qué es la nostalgia? La nostalgia es el prado de la infancia o de una juventud ya lejana. Un arpa de hierba que cuenta la historia de la gente de la colina, de los que se fueron y de los que aún murmuran por ahí. Sí, se escucha. ¿Qué es la nostalgia? Truman Capote respondería: “Si algún mago me ofreciera hacer realidad un deseo, le pediría una botella llena de las voces que resonaban en aquella cocina, de los murmullos y el crepitar del fuego”.

También se trata de la sorpresa con que nos damos cuenta de que los días son más cortos, como si llegáramos al final de un acetato que da vueltas en la tornamesa… “Oír pasar el tiempo hace que el día sea más largo. He aprendido a apreciar los días largos”. El futuro y el presente se encuentran en una espiral, pero para otros la vida es circular, y cuando se llega al final de ese círculo hay que dar un salto, como el protagonista de este libro.

El arpa de hierba, de Truman Capote, conocido por registros más periodísticos, vuelve a una casa de campo —como en A sangre fría—, pero esta vez para contar una historia sencilla, la del huérfano Collin Fenwick y su tía Dolly cuando se van a vivir a la casa del árbol.

Dolly, en la prosa poética de Capote, “era una de esas personas capaces de disfrazarse de objeto en una habitación, o de sombra en un rincón, y cuya presencia es un delicado acontecimiento”.

A partir de ese momento esta novela se abre en dos narraciones, contadas por Collin: la de la huida y persecución, y la de las historias que se cuentan en la casa. Varias personas llegan a ella y empiezan a pertenecer al lugar cuando dejan un poco de sus propias nostalgias: Dolly y su fórmula gitana contra la hidropesía; su amiga Catherine, quien alguna vez recibió una propuesta de matrimonio por correo de parte de Bill, con el problema de que había conocido a muchos hombres llamados así; el joven Riley y la vez que salvó a sus hermanas de ser asesinadas por su madre, y el juez que se enamoró por correspondencia de una chica en Alaska.

Sabremos que la casa del árbol “se trataba de un barco y que sentarse en ella era hacerse a la vela a lo largo de la costa brumosa de todos los sueños”. Y un buen lugar para hablar, siempre de formas distintas, del amor: “Si se ama a una cosa (…), se puede amar a otra y eso supone una posesión, algo con lo que es posible vivir”.

 

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