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Nubarrones sobre el libre comercio

Hernán González Rodríguez
26 de noviembre de 2007 - 11:25 p. m.

Al día siguiente de la aprobación por los electores de Costa Rica del Central American Free Trade Agreemen -Cafta- la senadora demócrata, Hillary Clinton, quien ya había votado contra el Cafta en el senado, solicitó una tregua en las negociaciones futuras de acuerdos de libre comercio, hasta cuando se haya realizado una evaluación del papel que tal tipo de acuerdos desempeñará en los Estados Unidos en el presente siglo. Posteriormente se pronunció contra el TLC con Colombia. Pero sí aprobó el TLC con Perú.

El proteccionismo de la senadora Clinton no deja dudas sobre la actitud de los demócratas, quienes probablemente controlarán el congreso y la presidencia en 2008. Ella ha propuesto revisar los acuerdos comerciales cada cinco años para garantizar que satisfacen ellos las necesidades de los Estados Unidos. Paradójicamente, fue el esposo de ésta, el presidente demócrata Bill Clinton, quien lideró el Nafta y la OMC. Pero las circunstancias son hoy diferentes.

Al posesionarse la mayoría demócrata en el congreso de los Estados Unidos le exigieron al presidente Bush introducir cláusulas a los acuerdos pendientes para garantizarles derechos a los trabajadores y a los líderes sindicales de Costa Rica, Perú, Colombia, Panamá y Corea del Sur, así como para proteger el medio ambiente de éstos. Las últimas noticias hablan de que para algunos activistas sindicales las cláusulas introducidas son superficiales y no les resultan ser satisfactorias.

Pero en la otra bancada del senado, los republicanos, tampoco parecen estar muy convencidos de las bondades de los acuerdos comerciales aludidos. En una encuesta conjunta del periódico Wall Street Journal con la cadena de noticias NBC News, les acababa de revelar que seis de cada diez votantes republicanos consideraban el libre comercio como perjudicial para los Estados Unidos.

No podemos olvidar que el sentimiento del público cambia de acuerdo con las condiciones económicas y en este momento soplan vientos de recesión en el país del Tío Sam. Algo más. El extraordinario éxito económico de China ha contribuido a la percepción equivocada del público estadounidense en cuanto a que sus puestos de trabajo se marcharon ya y se están marchando hacia China y hacia México.

Estriba el problema de esta actitud obstruccionista, dilatoria y aislacionista de los demócratas, en que China, entre tanto, en silencio y sin interferir con los intereses estadounidenses, está reforzando sus lazos comerciales con Latinoamérica, y cuando acuerden ciertos legisladores miopes, ya será tarde para recuperar el aliado natural, el que solamente previó un clarividente, John F. Kennedy y su Alianza para el Progreso.

Otro error de los estadounidenses emerge de su imposibilidad de generalizar por todo el orbe su política de las garantías laborales y de protección ambiental. Es decir, carece de equidad que a Latinoamérica le impongan cuanto capricho conciben ciertos populistas, en tanto que a los chinos no se les exigen nada, porque los legisladores estadounidenses no están en capacidad de imponerles nada. Les tienen temor reverencial. Y el libre mercado exige igualdad de condiciones para todos los participantes en él. Por otro lado, conviene mencionar que los Estados Unidos ni firmaron, ni lideran internamente nada ejemplar para proteger su medio ambiente. Carecen de autoridad moral para exigir tal protección.

 

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