La obra de Thomas Piketty

Cartas de los lectores
04 de marzo de 2015 - 09:45 p. m.

Leo con atención y muchas veces con admiración la columna de Santiago Montenegro, pero sus dos entregas sobre la obra de Thomas Piketty me decepcionaron. Que el libro ha tenido una acogida no acostumbrada en obras de esa naturaleza es cierto; su reseña es superficial y terminó usando la obra como pretexto para despachar con ligereza su opinión acerca de lo que nos depara el probable posconflicto en Colombia. Alcanzo, por ahora, a referir algunos atributos o rasgos ostensibles de El capital en el siglo XXI, y que hacen de este libro un aporte excepcional y refrescante en cualquier discusión sobre la economía contemporánea.

Uno. El libro es resultado de una investigación colectiva y transnacional que vincula equipos de científicos sociales que le dieron importancia a la dimensión histórica de las economías en lugares distintos del planeta. En la mejor tradición de las ciencias sociales francesas, trata de proporcionar una visión totalizante de un problema; aunque la obra termina muy concentrada en la información que le proporcionan los archivos franceses, británicos y norteamericanos. Aun así, el análisis es convincente.

Dos. Es una inteligente conversación entre las ciencias sociales. Piketty sacude la econometría y, en vez de concentrarse en la apariencia objetiva de las matemáticas, se apoya en los testimonios brindados por novelistas, sociólogos e historiadores. A eso se agrega que el científico francés propone otras categorías conceptuales que desbordan fórmulas e interpretaciones que han sido lugar común de la ciencia económica. Su definición de capital humano es discutible, claro, pero interesante.

Tres. El libro es una forma moderna de distopía del mundo contemporáneo. Es más diagnóstico de las desigualdades socio-económicas que propuesta de soluciones. Además, como tentativa de visión general es incompleta; los países de América Latina fueron débilmente examinados en su libro, aunque hay un par de menciones muy básicas del caso colombiano. Lo que afirma no alcanza para comprender plenamente el caso nuestro, así que lo que agreguemos como moraleja es más una ocurrencia de nuestra cosecha.

Por último. En un pasaje de El nombre de la rosa, novela de Umberto Eco, dice que en París suelen estar muy seguros de sus errores. Es probable que Piketty sea aún representante de esa presuntuosa certeza de los franceses. El paisaje que evoca El capital en el siglo XXI hace pensar que la desigualdad es condición inherente del capitalismo en cualquier parte del mundo. Quizás ni hace falta que lo digan con tanto número, la vida lo dice.

Gilberto Loaiza Cano.
Profesor de Historia.
 Universidad del Valle.

 

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