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¡Oh, H2O!

Klaus Ziegler
21 de noviembre de 2012 - 11:00 p. m.

Hace unas semanas, los medios locales divulgaron una noticia científica sin precedentes: el hallazgo de una pócima solo comparable al elíxir de la vida, un líquido capaz de prevenir y curar un abanico de males, desde el alzhéimer hasta el cáncer.

En palabras de Rodolfo Llinás, su creador, el descubrimiento “partiría la historia de la humanidad en dos”. Y para mayor asombro, se trata de agua pura, a la cual, según el científico colombiano, se le habría “cambiado su estructura” tras someterla a energías altísimas.

Esas palabras no provienen de un bioenergético o de un homeópata, sino del director del departamento de fisiología y neurociencia de la Universidad de Nueva York, un neurólogo cuyos trabajos sobre la transmisión sináptica le han merecido reconocimiento internacional. Sorprende, no obstante, que un hallazgo digno de varios premios Nobel no se mencione en ningún diario o publicación científica de renombre. Excluyendo algunas reseñas y entrevistas en medios locales y una que otra nota en blogs como “Psique”, la milagrosa infusión de nanoburbujas de oxígeno del profesor Llinás ha pasado totalmente inadvertida. Y bastaría que esta exótica variedad de agua nos librara de un solo tipo de cáncer para considerarla ya un descubrimiento extraordinario. Pero si además previene y cura la enfermedad de Alzheimer, y es la respuesta a los problemas coronarios, según se afirma, estaríamos hablando entonces de un logro sin paralelo en las ciencias médicas.

Semejantes declaraciones no pueden causar otra cosa que escepticismo y desconfianza. A menos que Llinás precise la naturaleza de su descubrimiento, sus verdaderos alcances, y sus razones para afirmar algo tan inverosímil, resulta imposible no confundir su discurso con la retórica de un seudocientífico. No es suficiente empeñar la palabra: “Si yo digo que esto sirve, los colombianos saben que es así, porque no digo mentiras”. Por desgracia no se trata de actos de fe, sino de aseveraciones científicas.

Llinás debería mostrar más cautela si no desea comprometer su prestigio, pues una noticia de tal magnitud debe contar con el respaldo de publicaciones acreditadas y exige pruebas experimentales muy sólidas. Sus palabras son atrevidas, por decir lo menos. Cuando habla de “curar el cáncer”, por ejemplo, Llinás no advierte que este mal es en realidad una constelación de enfermedades con etiologías disímiles. La biología molecular del cáncer es un laberinto harto complejo y poco comprendido. Pero incluso así, el científico colombiano no titubea al momento de anunciar una panacea hasta la fecha inalcanzable para la medicina.

¿Dónde están los estudios que demuestran las increíbles propiedades curativas de su agua oxigenada? No conozco ninguno hasta el momento. ¿Son acaso un secreto? Parece poco probable, pues a nadie más que al fabricante le interesaría divulgar dicha evidencia. ¿Cómo se supone que las nanoburbujas de esa agua milagrosa interactúan selectivamente con el ADN de las células malignas para detener su letal maquinaria reproductiva? Desconozco si Llinás haya ofrecido alguna explicación. En relación con esta cuestión solo conozco apartes de una entrevista para el periódico “El Tiempo”, donde manifiesta: “Es que [con esa agua] se les da a las células nueva estructura”. Y como sustento nos ofrece una analogía entre pueril y ridícula: “Imagínese un motor que no funciona y alguien se inventa un aceite que lo hace volver a funcionar perfectamente. ¡No cambie el motor! Se optimizó la física que permite que el motor funcione”. El símil más parece digno de Santiago Rojas que de un científico respetable.

Pero esa no es ni mucho menos la parte más bochornosa de la entrevista. Más adelante, cuando se le pregunta si su descubrimiento está en camino de convertirse en uno de los grandes hitos en la historia de la ciencia, Llinás responde: “Sí. Si tiene las dimensiones que yo creo, va a cambiar la historia de la vida. No olvide que nosotros somos 80 por ciento (sic) de agua”. ¿Agua somos, ergo el agua nos cura? ¿Qué clase de relación causal sugiere?

Produce desconsuelo escuchar a un investigador del prestigio de Llinás hablando de “cambiar la estructura del agua”, “rompiéndola”, “moliéndola”, terminología propia del discurso seudocientífico. Oírle decir, por ejemplo, que "se trata de una nueva agua, diferente a la que conocemos, que optimiza el estado vital…”, solo puede causar estupor.

Tratándose de un científico de prestigio, uno esperaría que detrás de la fantasía y el afán mediático se esconda algo de fondo. El tiempo dirá. Por el momento, Llinás desarrolla su trabajo bajo auspicios del Instituto “Revalesio”, fabricante de la bebida para atletas "R-water". Si el elíxir prometido no acaba ofreciendo más beneficios que cualquier otra bebida energizante, el neurólogo colombiano habrá manchado su prestigio y credibilidad para siempre.

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