Ojo con EE. UU.

Santiago Montenegro
06 de marzo de 2017 - 02:00 a. m.

A juzgar por el comportamiento de la Bolsa de Nueva York, a la economía de los Estados Unidos le espera un período de expansión que, finalmente, pondrá fin a la llamada “nueva normalidad” de baja inflación, reducidas tasas de interés y escaso crecimiento que se instauró a partir de la crisis de Lehman Brothers.

Las grandes corporaciones están, efectivamente, eufóricas con los anuncios del gobierno de Trump. En primer lugar, ha anunciado la mayor expansión fiscal, quizá desde el gobierno de Reagan, con inversiones en infraestructura hasta de un trillón de dólares y un incremento en el presupuesto militar de US$54 billones. Al tiempo que anuncia aumentar el gasto, promete reducir los impuestos a las corporaciones, a las personas naturales, a la propiedad inmobiliaria y a las ganancias de capital. Igualmente ha anunciado un programa masivo de desregulación de los mercados de la energía, de la salud y de los servicios financieros.

Las expectativas de un déficit fiscal muy grande se han reflejado en cambios en variables críticas, que podrán generar impactos importantes para la economía de un país como Colombia. En primer lugar, han aumentado las tasas de interés, especialmente las de más largo plazo. Segundo, se ha generado una fuerte apreciación del dólar con relación a todas las monedas, fenómeno que se acentuará en la medida que se materialicen las anunciadas medidas proteccionistas, cuyo efecto será apreciar aún más la tasa de cambio real de ese país. En tercer lugar, las medidas anunciadas han incrementado las expectativas de inflación, medidas, por ejemplo, como la brecha entre las tasas nominales de los bonos del Tesoro y los retornos de los bonos cuyo principal y cupón están indexados a la inflación, brechas que se han situado en un 2 %.

Este nivel pareciera no ser muy elevado, pero si recordamos que la economía está prácticamente en pleno empleo, la anunciada expansión fiscal ha prendido las alarmas y la Reserva Federal ya notificó mayores y más tempranas subidas en las tasas de interés. Casi de inmediato, nuestra moneda cortó la tendencia revaluacionista de las últimas semanas y volvió a trepar hacia un nivel cercano a los $3.000 por dólar.

Naturalmente, nuestra tasa de cambio es también muy sensible a otras variables, como el precio del petróleo, pero su sensibilidad a las tasas de interés de los Estados Unidos nos recuerda que estamos realizando un ajuste, aún inconcluso, del déficit en nuestra cuenta corriente de la balanza de pagos. De un 6,5 % del PIB en 2015, dicho déficit cayó dos puntos el año pasado, pero no es un misterio que requiere ajustes adicionales para situarse en niveles más razonables de un 3 % del PIB, que deje tranquilos a los mercados financieros y a las calificadoras de riesgo.

Cuanto más elevada sea la expansión fiscal en los Estados Unidos, mayores serán los incrementos de las tasas de interés y más difícil será para nosotros atraer el ahorro externo requerido para financiar el déficit externo. Si no se contrae el gasto, en particular el gasto público, el ajuste se puede dar con más devaluación, lo que puede incrementar las expectativas de inflación y hará muy difícil reducir las tasas de interés. Por todas estas razones, no sólo tenemos que prestarle mucha atención a la economía de los Estados Unidos, sino hacer muy bien nuestra tarea en casa.

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